Pero la tremenda situación bélica del estado de Siria va alcanzando niveles de genocidio. La prensa nacional lo recoge estos días pasados (El País 15 Marzo ) y la organización Save The Children le pone números e imágenes al promover una manifestación nocturna en varias ciudades alrededor del mundo. Son dos millones de niños que están perdiendo la vida y, si sobreviven, su infancia en un país roto por la guerra civil.
La participación de otras potencias en el conflicto que pudiesen poner fin al derramamiento de sangre está impedido por complejas relaciones geopolíticas que solo tienen en común la falta de vergüenza: los países árabes ricos de la zona, los países de religión musulmana fronterizos como Turquía y Líbano, Israel, la Federación Rusa, la Unión Europea y los Estados Unidos de América, todos y cada uno, por razones diversas e interesadas razones de estado, están dejando que el problema se pudra.
El estado tiránico encabezado por Basher-el-Asad todavía tiene recursos para continuar el conflicto bastante tiempo y ello a costa de masacrar a la población. Mantiene todavía medios aéreos de combate y artilleria de grueso calibre. Su alternativa, los llamados insurgentes opuestos a el-Asad andan divididos en facciones politico-religiosas. Por ahora ha conseguido ayudas económicas diversas, pero las armas las tiene que adquirir en el maldito mercado negro de la muerte, que no da acceso a medios antiaéreos eficaces.
Mientras los niños mueren bajo los escombros, los más afortunados marchan a un exilio incierto o, peor, son reclutados como soldados. En la milicia los niños pierden la vida unos y la infancia los demás.
A los que esto lean, les pedimos que se dirijan a sus gobernantes y les insten a que participen en poner un final a las masacres de niños en Siria.
X. Allué (Editor)