Un plato esencial, mínimo, profundo. Un arroz al punto con una carne intensa y de gusto concentrado, reposada, exuberante, con los aromas del monte y del bosque. Un golpe para los sentidos esa cucharada con algo de caldo (el sofrito, con tomate, cebolla, los menudillos de la presa), arroz y un pellizco de sal sobre la carne. Un empujón hacia el aire abierto cercano al bosque que tanto gusta a estas palomas. Aleteo sutil y poderoso al mismo tiempo, que invade todos tus sentidos. El vino lo puso una de mis cooperativas de cabecera, que da alegrías con frecuencia: Produttori del Barbaresco, con su Barbaresco DOCG 2006. Me sigue emocionando esta democratización del buen hacer vínico y la calidad piemontesa en una zona, Barbaresco, que suele hacer pagar mucho por sus grandes vinos. Este no es un Riserva de la casa, cierto, pero 2006 se puede beber ya con gran placer, ofrece una nebbiolo preciosa, todavía salvaje y con aroma a hollejos en nariz, pero con una boca de taninos medidos, secos pero suaves, y muy persistentes. Fue un vino que estuvo, sin más, a la gran altura del hermoso, casi improvisado, arroz de Sergi.
Un plato esencial, mínimo, profundo. Un arroz al punto con una carne intensa y de gusto concentrado, reposada, exuberante, con los aromas del monte y del bosque. Un golpe para los sentidos esa cucharada con algo de caldo (el sofrito, con tomate, cebolla, los menudillos de la presa), arroz y un pellizco de sal sobre la carne. Un empujón hacia el aire abierto cercano al bosque que tanto gusta a estas palomas. Aleteo sutil y poderoso al mismo tiempo, que invade todos tus sentidos. El vino lo puso una de mis cooperativas de cabecera, que da alegrías con frecuencia: Produttori del Barbaresco, con su Barbaresco DOCG 2006. Me sigue emocionando esta democratización del buen hacer vínico y la calidad piemontesa en una zona, Barbaresco, que suele hacer pagar mucho por sus grandes vinos. Este no es un Riserva de la casa, cierto, pero 2006 se puede beber ya con gran placer, ofrece una nebbiolo preciosa, todavía salvaje y con aroma a hollejos en nariz, pero con una boca de taninos medidos, secos pero suaves, y muy persistentes. Fue un vino que estuvo, sin más, a la gran altura del hermoso, casi improvisado, arroz de Sergi.