Sobre el derecho a saber si un niño ha ido al psicólogo

Por Alberto Sillero
Hoy (día 22 de abril de 2015) he desayunado leyendo un titular que no me ha gustado nada, por lo que parece significar:

El colegio ignoraba que el niño de la ballesta había ido al psicólogo


A ver.
Primero, por supuesto que el colegio lo ignoraba, no existe ninguna razón que justifique que cada vez que un alumno va a un profesional de la salud, tenga que advertir al colegio.
Segundo, ir al psicólogo, o al psiquiatra ya que estamos, no implica nada negativo. Lamentablemente parece que sigue imperando la idea del imaginario común que identifica psicólogo y locura, con todas las connotaciones negativas de esta palabra.
Parece que ir a un psicólogo identifica y etiqueta para siempre a una persona con características negativas… “ha estado visitando a un psicólogo, a saber que le pasa…” Es una frase real, escuchada de una persona razonable, pero que temía que la necesidad de acudir a un psicólogo fuera una advertencia de peligro, o de imposibilidad de confiar nunca más en esa persona.
Los padres de “mis chicos y chicas”, de los adolescentes con los que inicio y mantengo un proceso de Coaching, prefieren precisamente un Coach antes que un Psicólogo.
Sin embargo el Coaching es un método que proviene de la Psicología, emplea técnicas propias de la Psicología, y tiene su base teórica y práctica en la Psicología.
Durante los procesos con adolescentes suelo apoyarme en técnicas de relajación, técnicas de mejora del aprendizaje o técnicas de planificación propias de la Psicología aplicada a los Recursos Humanos (no todo es selección de personal en la Psicología de los RRHH)…
Sería bueno que entendiésemos respecto de lo sucedido en el Instituto Joan Fuster, que el haber acudido a un psicólogo es un pobre predictor de actos de violencia incontrolada, especialmente cuando la sanidad pública no ayuda a mantener después terapias prolongadas con psicólogos clínicos (los psiquiatras tienen una función, y los psicólogos clínicos otra, funciones que se complementan pero que no son iguales).
Sería aun mejor que comprendiéramos que las personas pasan por muchos estados físicos, mentales y anímicos, y que en cada caso puede ayudarnos un profesional distinto, sanitario cuando afecta a la salud, de otro tipo cuando necesitamos mejorar, encontrar soluciones y eliminar dilemas, cuando queremos cambiar a mejor, de vida. Los psicólogos y los Coaches ayudan en estos casos, ir a un psicólogo no es sinónimo de estar enfermo, ni siquiera es parecido a tener un problema mental.
Las más de las veces, ir a un psicólogo es sinónimo de querer mejorar un aspecto de nuestra vida, y eso es precisamente síntoma de buena salud mental.
Sin embargo, comunicar o no que se ha ido al psicólogo, es un asunto particular, propio de cada persona. Si no se exigen reconocimientos mentales periódicos a jueces, pilotos, conductores de autobuses o médicos, que tienen en sus manos las vidas de otras personas, no creo que sea necesario conocer si un niño, o un adolescente, ha ido a un psicólogo.

Edito la entrada para incluir los siguientes párrafos, "pensados" después de un excelente comentario de un buen amigo en la página de Facebook del Gabinete Sumar:

 https://www.facebook.com/Gabinete.Sumar

Diego hacía esta consideración:

"si las visitas al psicólogo obedecen a algún problema que incide en el comportamiento o la relación del niño o niña, creo que la persona que detente la tutoría debe estar al corriente. Por supuesto, de forma confidencial, pero si no se puede juzgar de forma errónea lo que haga el alumno o alumna."

El asunto es ¿cuándo es algo grave? Y ¿quién lo decide?

Por el momento la padres, madres y tutores legales de los niños tenemos esa decisión en exclusiva. 


Si resultara obligado que se comunicase a los colegios que un niño ha sido diagnosticado de una 
enfermedad ¿por qué sólo las mentales? Y ¿Por qué no deberíamos saber si un profesor ha sido diagnosticado también por una enfermedad? Y ¿los vecinos? También viven en nuestro edificio... Y, sobre todo, eso difundía que todos deberíamos pasar por unas pruebas psicológicas y en caso de tener un diagnóstico desfavorable avisar a las autoridades para que puedan actuar en caso necesario? 


Sé que es llevar las cosas al absurdo de la exageración. 


Pero creo que si se etiqueta a un niño (o a un adulto) como "ha tenido que ir al psicólogo", la prejuicios que acompañan a esa etiqueta pueden resultar negativos. 


No debería ser así. 


Insisto en que ir a un psicólogo es demostración de deseo de mejorar y por lo tanto de salud mental. 


Primero quitar los prejuicios, después podremos hablar libremente de cualquier cosa.

Cuando se etiqueta a una persona, se le atribuyen inmediatamente determinadas conductas, actitudes y aptitudes.

Es muy interesante el experimento que hizo Jane Elliot en 1968 dividiendo a los niños en una clase según el color de sus ojos.

La expectativas que tenemos respecto de otra persona determinan cómo consideramos sus actos.

Es el llamado efecto Pygmalión, y sobre él se realizó también un experimento por Roshental y Jacobson en 1964, desde la perspectiva de la profecía autorrealizada.