La Desmesurada nació de la necesidad. Necesidad de expresarme, de coleccionar imágenes, de conectarme con mi costado creativo... Podría enumerar cientos de razones por las cuales inauguré este espacio virtual. Mi trabajo era alienante, era madre primeriza, me sentía cansada y vivía con un mal disimulado disgusto la cantidad de horas que permanecía fuera de casa. Tranquilamente podría haberme acercado a un bar o a una farmacia antes que a Blogger. Sin embargo, escribir es más natural a mí espíritu. Como comprenderán, este blog fue en sus inicios una válvula de escape. Un territorio de nadie para refugiarme en el placer de apreciar la belleza y describirla. Para permitirme el exceso de ser yo misma. Ni en el más remoto de los delirios, vislumbré la posibilidad de que me leyeran. Mi público era yo. Para ser más precisa, mi público era esa persona creativa, sensible, amante del arte y la literatura que alguna vez había sido. Y más importante aún: que esperaba volver a ser. Si en mi vagabundeo virtual de aquel momento hubiera leído un post en el cual la palabra "estrategia" se ligara a la palabra "post", y al concepto de "lector ideal", entonces probablemente habría abandonado instantáneamente la página. Esta velocidad de huida -la posibilidad de cerrar y abrir pestañas antojadizamente- es una de las ventajas del hipertexto.
Como en tantas otras historias, corrió mucha agua bajo el puente desde la primera entrada que escribí. Dejé mi trabajo, fui mamá full time (y escribí sobre esa experiencia. En un blog, obvio), me dediqué a otro proyecto laboral... Mientras, este blog seguía siendo un cajón de sastre sin otra formalidad o estructura que la de mi deseo. Entonces, otra circunstancia vital me empujó a desmesurar. Le dediqué un poco más de atenciòn al diseño, escribí desde quien soy sin ocultarme atrás del anonimato internauta, empecé a conocer personas que tenían intereses comunes, que se parecían a mí de una u otra forma. Hasta que un día fui consciente de que ya no estaba escribiendo para la Paula añorada y futura, sino para esas mujeres reales detrás de los comentarios. Fue una revelación sobre lo que realmente era escribir un blog. Menuda novedad para tantas, una epifanía para mí.
Dos grandes verdades sobre escribir un blog.
Si tuvieron la paciencia que requiere leer los largos párrafos anteriores, después de preguntarse a dónde quiero llegar con el anecdotario, habrán descubierto dos grandes verdades sobre las que tenemos una o varias pasiones y la compartimos en un blog:
1- Siempre escribimos para un lector ideal, ya sea imaginario o real. Ese lector es una figura retórica que comprende y empatiza, que comparte los entusiasmos y los padecimientos. Se emociona contigo cuando te florece el cactus. O cuando encontrás un carpintero que trabaja en escuadra. Ese lector está presente en el germen mismo de la escritura, porque escribir es un acto comunicativo. Si no, como bien apreció Kassandra, nos compraríamos un diario íntimo. Y aún así, me atrevo a decir que persistiría el ente apenas perceptible que modela lo que escribimos y cómo lo escribimos. Pero como este es un tema largo, técnico y poco amable, por aquí abandono la reflexión.
2- El lector ideal es siempre tu alter ego (otro que se parece al autor). En los primeros tiempos del blog, aún cuando creía que escribía para mí, en realidad escribía para quien había sido o sería yo. Y más tarde, para la imagen de un público no tan anónimo, que comentaba y alentaba. Cuando Juliana dice que escribe para sí misma en el futuro, es cierto. El primer lector no es otro que tu alter ego. Y aún las que somos madres de niños pequeños, escribimos pensando en lo que algún día podrán leer nuestros hijos. Piensen en Los Puentes de Madison... y búsquen su propio Clint Eastwood -que dicho sea de paso se parece que da miedo a las fotos que conservo de mi abuelo paterno.
Concluyendo...
Así que ya ven, de la misma forma que nadie escribe en el vacío, nadie escribe una entrada exclusivamente para sí mismo. El solo hecho de pulsar el botón para publicar es un manifiesto de intenciones. Si lo piensan de esta forma, tener una estrategia de escritura no es una manipulación deshonesta de la pasión bloguera original, ni significa necesariamente que tu blog vaya a transformarse en un proyecto empresarial (si es así, con más razón). Escribir con un fin y conociendo a quién le escribo es una forma de consolidar la comunicación con quien se ilumina como yo cuando aprende a decapar un mueble o habla de su familia.
Aunque me cambiaron la planificación semanal -los lectores son atrevidos hasta ese punto- yo, feliz de la vida. Porque en definitiva, escribo para ustedes. La semana próxima sale el post que tenía planificado para hoy, sobre las características del lector ideal según el tipo de blog que escribas.
Y, atención, lo de Clint Eastwood es solo una metáfora...