Sobre los ladrones de tiempo

Por Elgachupas

De vez en cuando se ponen de moda ciertas expresiones, y el mundillo de la productividad personal no es una excepción. Una de las que más se oyen desde hace un tiempo es la de los “ladrones de tiempo”. Muchos de los autodenominados expertos en productividad personal han venido utilizando esta expresión para referirse a todo aquello que, casi sin darnos cuenta, nos impide que hagamos nuestro trabajo y, en consecuencia, nos pasemos el día pegados a Facebook. ¡Qué malos son esos ladrones!

Los sospechosos habituales, dicen esos mismos expertos, son el teléfono —principalmente el móvil—, el correo electrónico —bueno, muchos opinan que el enemigo es internet en general—, los compañeros de trabajo, familia y amigos que todo el tiempo nos interrumpen, etc. Y claro, ante semejantes enemigos hay que utilizar medidas drásticas: apagar el teléfono, dejar de usar el correo eletrónico, desconectar el cable de internet durante X horas al día, ponerte audífinos y hacer como que estás escuchando música —aunque no sea cierto—, para despistar al enemigo… La imaginación no tiene límites.

Bueno, pues que quede claro: no existen los ladrones de tiempo y, si existieran, desde luego sólo sería uno, con nombre y apellidos, uno que conoces muy bien: tú mismo. El tiempo no se puede robar ni —dicho sea de paso—, gestionar. El tiempo simplemente es, y todos contamos exactamente con las mismas 24 horas todos los días. Lo único que cambia de una persona a otra es lo qué hacen durante ese tiempo. Y lo que hacemos durante el tiempo depende exclusviamente de la habilidad que tengamos para mantenernos enfocados en lo que hacemos, de “estar a lo que estamos”, que diría José Miguel Bolívar, y no distraernos con las cosas que no queremos. Así de sencillo.

Utilizar la expresión “ladrón de tiempo” es muy peligroso. Puede que alguno crea que soy un exagerado con estos matices, que me enrollo porque soy un friki, pero no. Como es bien sabido en la Programación Neurolingüística o PNL, las palabras crean realidades. Por eso, cuando decimos “gestión de tiempo”, de manera implícita estamos creando en nuestro subconsciente la realidad —errónea—, de que se puede crear más tiempo a voluntad que nos permita llevar a cabo todas las cosas que queremos hacer. Igualmente, cuando le echamos la culpa de nuestra baja efectividad personal a los “ladrones de tiempo”, estamos asumiendo —erróneamente—, que el problema está fuera, en lugar de asumir nuestra responsabilidad.

Tomemos como ejemplo el correo electrónico. Muchos dicen que el correo electrónico ha muerto, y proponen dejar de usarlo porque nos está interrumpiendo constantemente. Hacer eso es como “matar al mensajero” de las malas noticias. Si el correo electrónico supone una gran distracción para ti, la culpa no es del correo, sino de la mala gestión que haces de la atención que le prestas. Echarle la culpa al correo es ignorar la verdadera raíz del problema y, por tanto, estás creando obstáculos para lidiar correctamente con la situación.

En el caso del correo, gestionar la atención significa “olvidarnos” de él todo el tiempo que podamos, y aprender a procesar —pensar y tomar decisiones sobre— todos los correos que llegan de manera regular y sistemática a la bandeja de entrada. Por supuesto, alguien con más responsabilidades puede recibir potencialmente más correos que requieren atención que alguien con menos responsabilidades, y es posible que tarde un poco más en procesarlo. Pero con una adecuada gestión de la atención, recibir muchos o pocos correos al día debería ser totalmente irrelevante desde el punto de vista de la efectividad, definida como hacer bien las cosas que tienes que hacer. Si alguien tarda más en hacer la tarea es sencillamente porque tiene más cosas que hacer, no porque le “roben más de su tiempo”.

Si decidimos que el correo es un ladrón de tiempo y, por tanto, hay que dejar de usarlo, en lugar de centrarnos en mejorar nuestra atención, lo que sucederá es que trasladaremos el problema a la mensajería instántanea, la red social o cualquiera otra que sea la nueva herramienta que elijamos para sustituir al correo electrónico. La solución no es buscar ladrones de tiempo que, como ya he dicho, son quimeras, sino ser un poco más humildes y aceptar que, casi siempre, el problema está dentro de nosotros, no fuera.

Así que ya lo sabes. Deja de buscar culpables donde no los hay y empieza a preguntarte qué puedes hacer tú para estar a lo que estás todo el tiempo. Aprende a enfocar tu atención en las cosas que has decidido que debes hacer, y a gestionar las interrupciones con eficacia. Sólo así podrás vencer definitivamente a esos temidos “ladrones de tiempo” 😉

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