Sobreviviendo en el 2014

Por Dolega @blogdedolega

No, no he muerto ni he desertado del blog ni me he ido a una isla tropical a relajarme estos días. Sencillamente he estado enfrentando el nuevo año, me explico:

El día de Navidad me trajeron de regalo una linda gripe que me tuvo convertida en un caracol moqueante y deprimido dos ó tres días.

Como ya saben, me encantan estas fiestas que han pasado, así que mi ánimo no se resintió en exceso por lo que el Karma, Dios, El Destino y el Sursuncorda decidieron que no estaría mal darme un correctivo y convirtieron mi gripe en una GRIPE como Dios manda. Con su fiebre, su cierre de bronquios, sus noches en vela por no poder respirar…vamos una gripe en toda su plenitud, pero ya me conocen ustedes, no suelo arredrarme ante pequeños inconvenientes así que me comí las uvas, con dificultad es cierto, pero me las comí, posteé el primer día del año sobre mi futuras lecturas e incluso pude, entre caldo y caldo, degustar las sobras de las fiestas.

En medio de mi enfermedad, El Niño me comunicó que tenía un bulto sospechoso en la base de la cabeza, que por favor se lo mirara porque él estaba muy preocupado. Se lo miré y le dije que a mí me parecía que era el hueso que tenía ahí desde que nació, pero él me dijo que no lo tenía claro, que iba a sacar cita con el médico para que se lo mirara y lo refiriera al bultólogo. Yo, entre mocos, anoté mentalmente la palabra para incorporarla al léxico bloguero. También me habló de unas extrañas manchas que le estaban saliendo en un pie. Se las miré y le dije que me parecían rozaduras de las zapatillas, pero me dijo que no lo tenía claro y que se lo comentaría al médico.

Andaba yo buscando por todos los cajones de la casa un poquito de ánimo para acompañarlo al médico y no darle una colleja cuando le dijera al galeno que lo refiriera al “bultólogo”, cuando apareció la Santa que lo aguanta y mi gripe sufrió un brutal recrudecimiento que me impidió moverme de la cama, así que con un hilo de voz y clara actitud moribunda le pedí que se fuera haciendo cargo de sus obligaciones como compañera de la criatura.

Volvieron del médico y me comunicaron que la doctora (a él lo atendió una doctora y no un doctor porque yo no me entero de una mierda y no porque la doctora fuera una suplente…) le había dicho que las manchas extrañas eran rozaduras de los zapatos y el bulto era el hueso de la cabeza. Cuando él le había dicho que creía que lo debería de derivar al bultólogo (sic), la doctora lo había mirado fijamente y le había dicho que las listas de espera para el Bultólogo eran bastante grandes y que con los recortes en sanidad había muy pocos porque no les habían renovado.

Pero él ya se había quedado tranquilo con el diagnóstico. En ese momento empecé a llorar, pero  por causa de la gripe, aunque por los motivos que ustedes están pensando también hubiera estado justificado.

A partir de ese momento, los Dioses del Olimpo consideraron que mis lágrimas eran una afrenta a la cordura, así que al día siguiente tengo una hermosa y gigantesca conjuntivitis vírica con esa sensación de tener un saco de arena metida en los ojos mientras supuran todo tipo de cosas y no te permite ni abrirlos.

El resto de la familia se mueve alrededor de mi cama e intenta animarme de diversas maneras, a saber:

El Consorte me pone en la tele un documental del Serengueti para que me entretenga; cuando lo mando a la mierda, me acusa de estar vieja y renegada por los años.

El Niño me dice que necesita un ayudante para armar el ordenador de la Niña. Yo le digo que con mucho gusto, pero que yo no puedo abrir los ojos y que sospecho que, en esas condiciones la coordinación no va a ser del todo buena, pero que el mismo…