Se ha convertido en un tópico vincular la “condición postmoderna” con el
enorme incremento de las actitudes cínicas, desconcertadas, angustiadas,
nihilistas, “pasotas”, “escapistas”… Evidentemente tiene que ver con una
profunda crisis de valores, pero nos proponemos apuntar que seguramente
también tienen que ver con la percepción -por gran parte de la población-
de que hoy las convicciones, las certezas y las verdades ya no son igual-
mente posibles como ayer.
“Condición Posmoderna”
A pesar que nadie duda del enorme incremento en el conocimiento colectiva-
mente disponible por la humanidad, los individuos perciben que sus convic-
ciones, certezas, verdades y consolidados valores “personales” han disminui-
do en número, en solidez y en seguridad.
Inconscientemente, la gente intuye
que un proceso malthusiano en el saber “corroe” las certezas, los valores y
los ideales que les acompañaban; pues cada vez más les falta la cultura y
perspectiva globales necesarias para acogerlos y defenderlos racionalmente.
La sociedad, los valores y los saberes han perdido su anterior solidez y hoy se
muestran fluidos, líquidos (como ha teorizado Zygmunt Bauman).
“Sociedad líquida”, “obsolescencia de las ideas”.
En la modernidad, y durante siglos, la identidad de las personas solía estar
muy vinculada al trabajo o a la profesión ejercida (Weber hablaba de “voca-
ción”), que –se suponía- era para toda la vida –al menos si era exitosa.
El sociólogo Richard Sennett denuncia la “corrosión del carácter” que a su parecer
produce el capitalismo avanzado, pues: “¿Cómo pueden perseguirse objetivos
a largo plazo en una sociedad a corto plazo? ¿Cómo sostener relaciones so-
ciales duraderas? ¿Cómo puede un ser humano desarrollar un relato de su
identidad e historia vital en una sociedad compuesta de episodios y fragmen-
tos? (…)
el capitalismo del corto plazo amenaza con corroer el carácter, en
especial aquellos aspectos del carácter que unen a los seres humanos entre sí
y brindan a cada uno de ellos una sensación de un yo sostenible.”
Todo lo anterior apunta a lo que podemos llamar la “alienación postmoderna”.
En plena “sociedad del conocimiento”, una amenazante “alienación
postmoderna” se cierne –paradójicamente- sobre la sociedad humana con
mayor tasa de crecimiento cognoscitivo y en la circulación de las informa-
ciones, provocando una paralela y hasta ahora inapreciada “sociedad de la
incultura”.
“Sociedad del Conocimiento”
En una dialéctica sorprendente y paradojal (aunque no tanto
como podría pensarse), la capacidad humana colectiva de multiplicar expo-
nencialmente los enlaces cognitivos y los saberes participa –de no mediar
algún elemento corrector- en la creciente obsolescencia cultural de la ma-
yoría de la población.
Sencillamente, los individuos aisladamente y fuera
de su especialización profesional son manifiestamente incapaces a largo
plazo para seguir el ritmo exponencial de la producción cognitiva colectiva,
global y especializada.
Hablando con sencillez, la sociedad del conocimiento, ultraespecializada
y a lomos de las TIC, amenaza a sus ciudadanos con la obsolescencia en
todos los campos en los que no sean expertos profesionales. Brevemente: la
sociedad del conocimiento no sólo se solapa con la sociedad de la incultura,
si no que la crea o -al menos- la pone en toda su evidencia.
La expertez y la ultraespecialización (al menos tal y como se desarrollan en
nuestras sociedades avanzadas) conllevan la creciente incultura a que nos vemos
abocados –en tanto que ciudadanos de a pie- para hacernos cargo personalmente
de lo global y común al género humano.
Se suele considerar y es ya un tópico, que la “sociedad del conocimiento”
evidencia, finalmente y con toda contundencia, que la especialización de los
expertos profesionales “triunfa” por encima de los viejos “sabios” contem-
plativos y de los “hombres cultos” del Renacimiento. Aparentemente es el
triunfo definitivo de los científicos, ingenieros y tecnólogos por encima de
los humanistas y los filósofos.
Científicos e Ingenieros triunfan y pasan por encima de los filósofos y viejos “sabios” humanistas en la sociedad posmoderna.
De poco sirve argumentar que la ciencia está
cada vez más supeditada a la aplicación tecnológica y que los científicos
cada vez se convierten en meros gestores tecnológicos. Tampoco relativiza
el tópico anterior, argumentar que cada vez más los científicos se sienten
meros instrumentos de un proceso productivo que no controlan ni, a veces,
conocen en su globalidad.
Como ya sucedió en el famoso Proyecto Man-
hattan que llevaría a la bomba atómica, los científicos pierden el control y
agencia autónoma de su investigación dentro de las macroestructuras en
las que hoy están inscritos. Unas veces se dice que es por “seguridad”, otras
para evitar el “espionaje industrial”, pero muchas veces es simplemente un
resultado de ultraespecialización y la jerarquización institucional.
Bomba Atómica
En la actualidad hay consenso general en qué también resulta imposible al
científico hacerse cargo globalmente de los múltiples avances en el conjun-
to de las teorías, áreas y disciplinas científicas. Ello es un claro efecto del
proceso malthusiano en los saberes que afecta a la actual “sociedad del co-
nocimiento”, pero insistimos que no prevemos por esta dirección el colapso
o radical obsolescencia cognitiva a medio plazo. La “alienación postmoder-
na” que parece ser la consecuencia inadvertida de ese proceso se manifies-
ta más bien en la incultura y la obsolescencia cognitiva que amenaza con
incapacitarnos para el ejercicio responsable de la ciudadanía democrática.
Además y como hemos apuntado, la creciente separación entre ciudadanía
y las instituciones democráticas sólo se intenta compensar recurriendo a
“políticos profesionales”, a “expertos” y a “comités técnicos”.
Se olvida que éstos, dada su ultraespecialización y la lógica dependencia de las reglas
internas de su “gremio”, están abocados a lo que los griegos clásicos llama-
ban “idiotez” o, al menos, una notable “ceguera” respecto al conjunto del
mundo, de lo humano y de las necesidades globales hoy.
Una vez más la especialización en un aspecto, provoca la ceguera o inatención respecto a lo
común, compartido y humano en general.
Representació del político profesional, ciego e idiota respecto a los intereses de la gente común.
El postmodernismo ha destacado la importancia de la sociedad del conoci-
miento, de las tecnologías de la comunicación y la información (p.e. Jean-
François Lyotard o Gianni Vattimo) pero también de otros aspectos de la
sociedad contemporánea muy vinculados con lo que llamamos “sociedad
de la incultura”.
Nos referimos por ejemplo a la “sociedad del espectáculo“
teorizada por Guy Debord y los situacionistas, la cultura “del simulacro”
denunciada por Jean Baudrillard o la “era del vacío” analizada por Gilles
Lipovetsky.
“Sociedad del Espectáculo”
Muy similarmente pero bastante antes, Jorge Luis Borges anticipó magis-
tralmente en “La biblioteca de babel” la angustiante y paradójica sensa-
ción que provoca el proceso malthusiano en el saber: “A la desaforada es-
peranza, sucedió, como es natural, una depresión excesiva. La certidumbre
de que algún anaquel en algún hexágono encerraba libros preciosos y de
que esos libros preciosos eran inaccesibles, pareció casi intolerable. {…}
La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. {…}
Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana
–la única- está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada,
solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos,
inútil, incorruptible, secreta.”
La sociedad postmoderna del conocimiento y las TIC ha creado los medios
para que la creación colectiva del saber pueda expandirse exponencialmen-
te y subsista sin necesitar a la conciencia, memoria, reflexión… de nin-
gún humano individual o en concreto. La “sociedad del conocimiento” hace
posible que el saber exista por los nodos de Internet con independencia de
cualquiera de nosotros. Por ello, en la actualidad no importa si jamás
nadie llega a interesarse por algunos aspectos concretos y, por supuesto, si
es imposible que ningún individuo pueda conocer la totalidad del conoci-
miento creado colectivamente y nadie pueda hacerse cargo de la estructura
del conjunto.
Eso es lo que Antoni Brey llama “sociedad de la ignorancia”,
Daniel Innerarity “sociedad del desconocimiento” y nosotros “sociedad de
la incultura” (o en virtud de la época donde se evidencia: “alienación post- moderna”).
FUENTE: LA SOCIEDAD DE LA IGNORANCIA (Antoni Brey, Daniel Inneraty, Gonçal Mayos)
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