Arnaldo es uno de los mejores profesionales de la Enfermería que he conocido: su preparación excede de toda media y se ve muy reforzada por el respeto y la proxemia con la que aborda a sus pacientes.
Posee también un finísimo sentido del humor con el que, en ocasiones, salpimienta algunos de sus actos y reflexiones...
Un día, uno de tantos, se trataba de instaurar una dieta a una señora con un marcado sobrepeso, entre otros problemas que contribuían a disparar su riesgo cardiovascular... Por eso los consejos de Arnaldo, certeros y motivantes, pretendían ser auténticos dardos para la voluntad de nuestra paciente:
Cuando llevaban un largo tiempo de conversación: -. Debe tener en cuenta, Don Arnaldo, que yo tiendo a retener líquidos, sabe Ud.? Arnaldo la miró, y desde el paternalismo comprensivo con el que a menudo abordaba estas cuestiones, le dijo: -. ¡Y sólidos hija mía, y sólidos...!