Siempre me gusta decir que una fotografía no se intenta comprender. Sólo es una cuestión de emocionarse o no. Y esa distinción ya habla y mucho de la fuerza de la fotografía. O mejor dicho del lenguaje visual.
(c) Sergio Larraín
Y esa es la forma que me gusta definir a la fotografía: como la expresión de una emoción, intransferible y poderosa, intuitiva y siempre singular. Sin más etiquetas que eso, en estos tiempos que nos gusta tanto etiquetar todo.
(c) Harry Gruyaert
Para reflexionar sobre esa FOTOGRAFIA (en mayúsculas) de la que hablo, es necesario entender mínimamente la fuerza del lenguaje visual. Sin embargo, no se puede explicar con palabras. Se traduce con emociones como dije anteriormente.
A lo sumo, se busca comprender de qué manera organiza el autor, a través del rectángulo de una cámara, los elementos visuales: líneas, formas, colores y también símbolos o iconos, los fondos o los posicionamientos. Pero así y todo, el secreto de la fuerza de una fotografía es un misterio, es algo que no se puede racionalizar. El resto es literatura, a veces de la buena, otras veces, de la mala.
(c) Alex Webb
Ya en este nivel de comprensión, el acto de captar una imagen está muy ligado a la consecuencia de ello: al acto de observar esa imagen. La fotografía, sin dudas, es eminentemente social. Uno no puede existir sin el otro. Las fronteras entre el autor y el observador se mezclan, si difuminan. En el más radical de los ejemplos, esa materialización puede llevar años como pasó con las imágenes de Vivian Maier que hasta que falleció no existían.
(c) Vivian Maier
En este nivel, ya no interesa el dónde, el qué, el cuál, el por qué, el cuándo; sólo el cómo pasa y con ese estadio de cosas me quedo. Por eso, y para sintetizar todo esto que podría llevar a escribir un libro, quiero mencionar por último, el disfrutar del hacer fotografía como uno de los momentos más felices de mi vida. Y con eso me quedo.
Hasta pronto!
Si este post te ha parecido útil, cómprame un café!