Ya sabéis que hasta hace poco tiempo (relativamente) yo no entendía de maquillaje ná de ná pero ahora tengo mis imprescindibles y puedo decir que me defiendo ente brochas y potingues para mis días de diario especiales pero cuando toca lucir (y lucirse) bella en un evento en sociedad (toma ya, que parece que me ha invitado la Preysler a algún sarao y todo!) una siempre se decanta por ponerse en manos de profesionales.
Al ser chica de cara lavada, nunca he prestado atención a los productos con los que me maquillaban pero ahora la cosa ha cambiado. Y ha cambiado tanto que aunque me siga perdiendo en las conversaciones sobre maquillajes no puedo evitar fijarme en los productos que me rodean y precisamente por eso, por fijarme, escribo este post porque si lo que os voy a contar me pasa hace 2 ó 3 años no os lo cuento porque no me entero. Poneros en situación.
“Chica acude a Centro de Belleza a maquillarse. Chica paga por maquillaje profesional. Chica se fija en los productos. Chica descubre que las brochas son del Mercadona, los polvos también, la base no tiene nombre y las sombras de ojos de Kiko. Chica se lleva el pintalabios de casa”
Sí, esa chica soy yo. Resulta que una paga por un maquillaje profesional y se encuentra con que los productos con los que la van a maquillar son los que tiene en casa. Y sí, un buen maquillaje sin unas buenas manos para aplicarlo no vale para nada pero os aseguro que yo, al menos, no acudo a un centro de belleza para que usen las brochas del Mercadona.
Si a eso le sumas que la base que te aplican no es adecuada para tu tipo de piel, que te reseca y te tiras mediodía con las marcas de expresión (arrugas de toda la vida) más puestas que nunca, que te miras en el espejo y ves en ti el “efecto mapache” porque para una vez al año que te pones iluminador que se note y para qué llevar una base bien extendida pudiendo crear tendencia llevándola por zonas.
Total, que por un minuto me entraron ganas de ponerme a lavarme la cara cuando quedaban 30 minutos para llegar a uno de los bodorrios del año y yo aún tenía que llegar al lugar pero mi señora madre exclamó un “anda calla, que estás muy bien” tan convincente que me fui de bodorrio con el maquillaje puesto. La convicción de mi madre se esfumó al día siguiente cuando entre risas me confesaba que estaba fatal pero claro, viendo las horas que eran no me lo podía decir. Madres….
Y podía habérmelo tomado malamente y amargarme el día pero fui la primera en reírme de mi misma y es que oye, si hasta Sara Carbonero ha salido en la portada del Hola con demasiado iluminador, ¿quién era yo para no lucirlo un día aunque sin portada del Hola?
Dos días después, con la cara más que lavá una amiga llegó a mi casa cargada de muestras de base de maquillaje, esponjas y varias cosas más… No hay mal que por bien no venga. Y a practicar con las brochas.