Sombra del aliso

Por Anxo @anxocarracedo

“Este cuerpecito mío
que se ha convertío en río”.
Bebe: Pafuera telarañas.

Mi cuerpo. Este cuerpo mío he entregado al río, he convertido en río.

Mi cuerpo. Mi entero cuerpo abatido, convertido, converso, inverso.

Mi cuerpo envuelto en sombra del aliso (Alnus glutinosa).

Mi cuerpecito convertido en río.

Mi pene al aire.

Mi pene entregado al aire es una bandera votiva para la fría admonición de la lagartija leonesa (Iberolacerta galani), para la liviana palpitación del zapatero (Gerris lacustris), para la industria interminable de la lavandera blanca (Motacilla alba).

Mi vientre inocente. Mis pestañas fatigadas. Mis dedos amoratados.

Octubre. El río.

Criaturas del río, os entrego mi cuerpo, mi cuerpecito total hecho río, mi pene flamígero, mis recientes hematomas, mi ciencia de la tarde, mi sueño esmerado. Como una novia, vestido con sombras del aliso, mi cuerpo vuestro es. Mi cuerpecito-río y mi recuerdo de Bebe cantando con su gracia extremeña sobre arreglos trip-hop.

Escucha, Heráclito de Éfeso, llamado tú también el Sombrío. Escuchad todos el desafío de mis pestañas vencidas, de mis dedos perennes, de mi pene al aire, de mi cuerpecito entero que se sumerge cuantas veces se le antoja en el mismo río, pues él es río. Como el cuerpecito-río de Bebe que mi cuerpo-río columbra en el antepecho del otoño.

Corre, río. Es tentador entrar en ti dos, tres, cuatro, cinco veces. Es tentador desafiar a Heráclito de Éfeso según la fórmula de Augusto Monterroso, que recomienda valerse de un caballo o de una bicicleta para trotar corriente abajo y volver a bañarse en las mismas aguas, en el mismo río.

O entregarse al río. Ser río.

Cuerpo-río.