Cuando sonreímos de corazón estamos en la sabiduría de la niñez, pues nos situamos más allá de las cadenas del recuerdo doloroso … respirando el aire fresco de la inocencia. El niño interior reconoce la vida como un juego y sabe que puede cambiar sus reglas, diga lo que diga el adulto. Por eso, cuando la experiencia nos deja sin salida podemos escapar del laberinto simplemente iluminando nuestra mente con la luz de una sonrisa, eso sí, que provenga de nuestro corazón donde juega sin cesar nuestro niño.
Cuando sonreímos de corazón estamos en la sabiduría de la niñez, pues nos situamos más allá de las cadenas del recuerdo doloroso … respirando el aire fresco de la inocencia. El niño interior reconoce la vida como un juego y sabe que puede cambiar sus reglas, diga lo que diga el adulto. Por eso, cuando la experiencia nos deja sin salida podemos escapar del laberinto simplemente iluminando nuestra mente con la luz de una sonrisa, eso sí, que provenga de nuestro corazón donde juega sin cesar nuestro niño.