-¿Hola? -dije mientras me acercaba por primera vez al monstruo del que tantas de sus víctimas me habían hablado.
-¡Hola! -respondió una agradable chica con una simpática voz- Soy Soraya. Por favor, identifícate.
-Hola Soraya, yo soy Emilio.
-Emilio, ¿qué? Por favor, identifícate con tu nombre de usuario y contraseña.-Está bien, ahora mismo lo hago. Es sólo un momento... ...¡listo!
-Hola Emilio. Mi nombre es Soraya y estoy aquí para ayudarte en todo lo que necesites.
-Encantado, Soraya.
-Te voy a encantar. Tú misión es sencilla. Sólo tienes que tocarme aquí, luego aquí, luego aquí, luego aquí, luego aquí, luego aquí y luego aquí.
-No sé si me he enterado. A ver, primero aquí, luego aquí, luego... ¿aquí? No... ¿Soraya? ¿Te encuentras bien? ¿Te has caído?
-Jajaja... ¡Soraya no se cae nunca, pobre mortal! En todo caso, tu inteligencia no habrá estado a mi altura.
-Perdona, Soraya, es verdad, ha sido culpa mía. No sé cómo he osado a decir que te habías caído. Pero, ¿es eso que tienes un esguince?
-¿Cómo un esguince?
-Un esguince... ya sabes... un "estiramiento" excesivo de un ligamento...
-No sé lo que es un esguince.
-Seguro que sabes qué es un esguince...
-¿Lo has subrayado?
-¿Perdón?
-¿Lo has subrayado?
-¿Subrayar el qué?
-Eso del esguince. ¿Lo has subrayado?
-Es verdad, ahora recuerdo. No es lo mismo tener un esguince que tener un esguince.
-¡Subráyalo! ¡Ahora! ¡Subráyalo o te perseguiré hasta la muerte! ¡Subraya el esguince! ¡Subráyalo! -gritó Soraya convirtiéndose en un monstruo blanco que me perseguía por el mes de diciembre.
Decidme que ha sido mentira. Decidme que no he soñado con el sistema de historia clínica electrónica.
Foto: Colección de invierno, por cortesía de Simón Arrebola.