SOS Afganistán

Por Antoniopampliega
Tiempo comprueba sobre el terreno cómo trabajan los servicios sanitarios estadounidenses en la guerra de Afganistán.
ANTONIO PAMPLIEGA (Kandahar, Afganistán)
08/10/10
El ensordecedor sonido de los rotores rasga el silencio del sur de Kandahar. Uno de los miembros del equipo médico se recuesta sobre la ventanilla del helicóptero mientras otea los dominios terrenales en busca de los enemigos invisibles. La silueta del Black Hawk se difumina sobre la arena rojiza de una tierra bañada por la sangre vertida durante las tres últimas décadas. A lo lejos comienza a brillar el humo rojo de la bengala. Llega la hora de la verdad.
Fotografía: Ricardo García Vilanova (Wall Street Journal)
El helicóptero comienza a descender lentamente. El polvo, la arena y los rastrojos se elevan en el aire impulsados por la furia de las aspas. A ambos lados del pájaro casas de barro y paja hacen de testigos mudos. Dos sanitarios, pertrechados con un pesado petate y una camilla, descienden del helicóptero a toda velocidad. El tiempo es oro y más cuando la vida de otra persona pende de un hilo. Escondido tras una endeble valla de adobe, donde el aire de las aspas del helicóptero no puede alcanzarle, espera un grupo de soldados estadounidenses arrodillados y con las manos aferradas a los extremos de un par de camillas que reposan en el suelo. Los dos sanitarios reciben un rápido parte a viva voz por parte de los médicos del hospital de campaña donde los heridos han recibido las primeras curas. Una atención primaria que muchas veces el vital para salvar vidas.
No tardan en regresar al helicóptero mientras ocho soldados portan dos camillas con dos pequeños bultos ocultos por las mantas térmicas que les protegen de los ojos indiscretos. Las puertas del Black Hawk se cierran de golpe y el piloto comienza un suave despegue hacia el hospital militar regional de Kandahar. En la parte trasera del helicóptero, dos niños a los que un IED (Artefacto Explosivo Improvisado, por sus siglas en inglés) colocado en la carretera por los talibanes les ha cambiado la vida para siempre. Uno de los sanitarios comienza a apartar una de las mantas descubriendo a un niño de unos cinco años llorando desconsoladamente. Tiene las piernas llenas de sangre, aunque aparentemente se encontraba en perfecto estado. A su lado, su hermano, de unos 10 años de edad. Su estado es de extrema gravedad. Le han practicado una traqueotomía por donde su alma intenta escapar.
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