Esta gran sorpresa musical comienza con Elle peint y un murmullo de naturaleza plena de pájaros, aguas transparentes y esas suaves sensaciones que adornan al amanecer al que Stéphanie le pone una magnífica voz aterciopelada y sensual; unas tonalidades que la acompañarán en una buena parte de las canciones, lo que no le impide que más adelante, como una flor en primavera, abra el registro de su voz para avivar los ritmos y los tiempos, a lo que habría que añadir un clarinete muy respondón. Estupenda carta de presentación que nos deja a las puertas de De ton corps à mes failles, uno de los temas con más resonancias de los clásicos de la música francesa, al que Stéphanie provee de un estribillo en español: «El mar se quedó entre tu cuerpo y mis fallos/ ninguna brisa donde agarrar mis manos», poético como pocos, pero que no le impide al resto del —La Caravane— desenfundar sus dotes musicales. La fiesta continúa en Tes vins con un ritmo más rápido y festivo, si cabe, que nos invita a bailar. Un ritmo que se suaviza en Plantes Carnivores con un magnífico ukelele en la introducción del tema al que más tarde se le une violín en esta especie de nana o canción que quiere acariciarnos los sueños: «No es su aroma lo que nos cautiva, son sus espinas, son sus espinas». Magnífica introducción de C'est pour toi, una muy buena versión del celebérrimo Para ti de Paraíso, donde el órgano y la voz de Stéphanie nos encandilan desde el principio, propiciando esa nebulosa de los grandes momentos que tiene un disco, y este es uno de ellos, por el estilo y el gusto con el que Stéphanie Cadel et La Caravane han tratado este clásico del pop español de los ochenta.
La caravane se inicia con un quejido de cuerdas que navega en esa línea del desfiladero que, sin embargo, acaba en un club de baile donde las parejas se abrazan, se separan y se interrumpen en un continuo sube y baja de jazz teñido swing y charlestón; fiesta pura. Un nivel que baja con Le gréement, pues el grupo nos quiere llevar hacia el terreno de las disputas sordas de dos amantes que se enfadan en tono casi de tango, mezclado con unas gotitas de chanson du voyage, esas que nunca le faltan ni le sobran a este grupo y su clarinete. Sonido que en Toi sigue atenuado en esas suaves notas plenas de luz como si nos fueran traídas desde un escenario en mitad de un parque. Algo de lo que también presume Tiempo vagabundo, un tema interpretado de una forma muy sensual por Stéphanie, y donde ya atisbamos los primeros matices más próximos al jazz; una sensación que en Forgot —otra gran canción— es mucho más clara, y nos habla de esa majestuosa capacidad de metamorfosis de este grupo que asimila ritmos y estilos musicales de una forma muy natural.
Hoy es una extraordinaria muestra de música de club de la mejor calidad; una canción jazzie donde la voz de Stéphanie brilla con luz propia, y en la que la levedad del órgano nos hace caer embelesados ante esta sensación de placer desnudo que se nos muestra con una elegancia exquisita. It's never late es otra de esas composiciones que nos invitan a soñar y disfrutar a partes iguales. Esta canción es una magnífica muestra de un medio tiempo sensacionalmente cantado, interpretado y resuelto, pues te invita a escucharlo una y otra vez sin parar, sin duda, la canción del disco, y que por tener, tiene hasta unos efectos especiales de película en la mejor onda de la música europea de los setenta. Y Frontière de cristal lejos de alejarse de estas pretensiones estéticas y musicales, sigue con esa sensación tenue de brisa vintage que tan bien le sienta a este grupo, que respira vitalidad y energía en cada nota musical que ejecutan. Y como regalo Plantes carnivores Dub, donde asistimos a un reggae de lo más sugestivo, por si todavía nos quedaba alguna duda de la maestría musical de este grupo que, a buen seguro, va a dar mucho que hablar, porque ha adoptado a la luz como perfecta compañera de viaje.
Ángel Silvelo Gabriel.