Son imágenes que nos deja la reciente visita a un país vecino, en el que por el mero hecho de doblar cada esquina, se accede a una invitación para el contraste.
En la fachada de cada farmacia francesa se exhiben máquinas distribuidoras de preservativos, dentro de lo que supone la exigencia de una normativa legal encaminada a la prevención del contagio de las ETS, así como de embarazos no deseados.
En nuestro país el acceso a éstos dispensadores automáticos depende más de la iniciativa individual, por lo que podemos verlos escondidos en los cuartos de baños de algunos de nuestros locales de ocio, las más de las veces nocturnos.
Qué duda cabe que nuestros vecinos tuvieron siempre una actitud más tolerante, permisiva, única y útil en lo que a sexualidad se refiere y a cuantos temas se derivan de ella, lo que le permitió ir a la cabeza de su entorno en todo lo referente a la educación y la prevención necesarias sobre tales asuntos.
En este sentido conviene destacar, como curiosidad histórica, que los primeros dispensadores automáticos de preservativos ya se instalaron en la Argentina de 1.947, siendo retirados en 1.955, tras la caída del régimen democrático.