Y tan decidida iba que lo conseguí. Quité las que llevaban 11 años colgadas, tan monas y sencillas en su momento (lienzo beige con encaje de bolillos en el mismo tono), pero con manchas imposibles y con zonas apulgaradas. Sobre la mesa donde comemos abrí la pieza de tela que esperaba su turno, regla en mano, máquina en marcha... y le di un giro nuevo a mi cocina, que ese mismo día durmió con sus nuevas cortinas estampadas.
La tela me costó encontrarla a mi gusto. Debía ser fuerte y gruesa, que no se arrugara, estampada pero sin que me agobiara y de colores cálidos donde predominaran el amarillo y el verde. Creo que estuve un año buscando, hasta que en Leroy Merlin encontré lo que quería.
Es un estampado que se adapta perfectamente al estilo rústico de los muebles, los azulejos y los fregaderos.
Tenía pensado hacer más complementos, pero la verdad es que la talega del pan aún está nueva, el guante y el agarrador están en perfectas condiciones, así que sólo me he hecho la bolsa para guardar las bolsas de plástico, que la anterior estaba ya estropeada.
Y entusiasmada estaba yo, tirada en el suelo de la cocina buscando el mejor encuadre para que en las fotos saliera todo lo que tiene que salir, cuando oigo un ronroneo muy cerca mía.
¡Con qué paciencia ha esperado Sindy su turno para que le llenara sus platos de pienso y leche! Y es que todo tiene su momento: la tela para convertirse en cortina y la leche para beberse.
Antes, un mes antes, fue el momento de las taleguillas. Primero mi hermana me pidió que le preparara a su hija una bolsita donde llevar una botellita de agua, una lata con frutos secos y un bocadillo a la Universidad. En algo así la tela es fundamental, pues el salto entre una bolsa más y... LA TALEGUILLA, casi únicamente depende de la tela. Encontré este estampado urbano con palabras sueltas en inglés perfecto para quien estudia Filología Inglesa.
Los tonos azules y marrones son los favoritos de mi sobrina y me consta que ha sido un éxito.
Mientras la hacía pensaba que mil años atrás, cuando yo iba a la Universidad, hubiera resultado más que extraño que alguien sacara de su bolso una taleguilla con comida para aguantar la mañana. Y me alegra saber que hoy día, es costumbre generalizada sacar tu bocadillo entre clases, tu tentempié o incluso tu tupper con las croquetas de mamá. Que lo lógico ya no es visto como de niños pequeños, y que irse a la cafetería o al kiosco más cercano no es la única solución para matarte el hambre.
Y comprobando que las taleguillas no tienen edad, se me ocurrió hacerle una a mi madre para guardar las medicinas. Busqué entre las telas que mi padre me pintó hace ¿un par de años? y todavía me quedaban unos buenos retales. Tenía todos los ingredientes para sorprenderla con un detalle hecho exclusivamente para ella.
La taleguilla gustó, pero no ha conseguido desbancar a la otra que sigue usando y que de manera mucho más sosa le cosí hace años. Tendremos que esperar, porque como ya sabemos: todo tiene su momento.
Gracias por estar ahí.