Sublevaciones y cambios en América

Por Enrique @asurza

El enorme desarrolla económico, comercial que habían experimentado las colonias americanas durante los siglos XVII y XVIII se debió al sistema de plantaciones masivas de productos consumidos por el mercado europeo, y al comercio esclavista. Sin embargo, se comenzaron a producir discrepancias entre los productores criollos y la metrópoli, respecto a la explotación de las riquezas que se extraían de las Indias.
Las desavenencias se agudizaron en el siglo XVIII, por lo que la nueva dinastía borbónica, más centralista que la de los Austria, pero dotada de una pléyade de consejeros ilustrados, emprendió una serie de reformas para neutralizar las manifestaciones más virulentas del antagonismo latente entre criollos y peninsulares.
En la segunda mitad del siglo XVIII, América se había convertido para los Borbones en uno de sus más preciosos tesoros y una de las inversiones que más réditos rendía.

Situación Política

Carlos III gobernó el imperio bajo la égida del Despotismo ilustrado, ideal político de la Ilustración del siglo XVIII, preocupada por la elevación del nivel económico, social y cultural del pueblo, con un incipiente sentido democrático, si bien controlado desde arriba por las clases dirigentes aristocráticas de la época. Su máxima se podría expresar en un "Todo para el pueblo pero sin el pueblo". Para ello se rodeó de hábiles ministros como Florida-blanca, Campomanes y el Conde de Aranda, quienes enviaron, ante las señales de alarma que se percibían en América, unos aptos y resueltos gobernantes como el virrey Vertiz a la región rioplatense y el marqués de la Torre, a la Capitanía General de Cuba.

Situación Económica

A través del fomento de las Sociedades Económicas de Amigos del País, las colonias cobraron un enorme auge. Sus arquitectos llevaron a cabo, al igual que en la península, los nuevos trazados de las ciudades americanas importantes, a las que dotaron de anchas avenidas ajardinadas. Se proporcionó al comercio, cada vez más próspero, un reglamento, que permitía los intercambios con todos los puertos de España y sus colonias, aunque no con los de otros países.

Sistema para la Cohesión Interna

Así el conde de Aranda previó la instauración de algunas reformas fundamentales. Propuso la creación de tres reinos en Perú, México y Costa Firme, ligados por estrechas alianzas (cada uno bajo la corona de un infante de Borbón) tanto a Francia como a España, manteniendo el rey su título de emperador. Este sistema, según Aranda, garantizaría la cohesión interna de cara al futuro. Pero los dirigentes de la Península, temerosos de una secesión ante la autonomía federal que el proyecto implicaba, lo rechazaron.

Situación Social

La sociedad americana se diferenciaba mucho de la europea, en la que ya existía una homogeneidad étnica y, sobre todo, cultural y política. En la cúspide de la pirámide social americana se situaban los españoles peninsulares, que disfrutaban de las posiciones de privilegio y de los cargos más altos. Inmediatamente debajo se encontraban los criollos o españoles nacidos en América, relegados por los peninsulares, a pesar de que muchos,de la explotación de encomiendas, esclavos y haciendas, eran inmensamente ricos y, en ciertos casos, nobles. Los criollos llamaban despectivamente gachupines, chapetones o godos a los peninsulares (según el país), reflejo claro de la rivalidad existente entre ellos, lo que no impedía que ambos grupos se mezclasen por matrimonio y, en ocasiones, hiciesen causa común contra negros e indios. Los esclavos, gran temor de los blancos, prestaban, servido en las labores agrícolas de ínfima categoría y más pesadas. Mientras tanto, los negros libres y todas las gamas de mulatos, no se sentían pertenecer a ningún grupo social. A los indios, sometidos a onerosos tributos, se les explotaba en minas y labores artesano-industriales, como los obrajes. Sin embargo, los mestizos de indios y blancos constituían una aristocracia proletaria que llevaba a cabo trabajos de más envergadura como el servicio en la milicia local.

Cargos Públicos

Ni criollos ni mestizos podían aspirar a ningún cargo de importancia; además, se encontraban sujetos a una rígida censura, a la vigilancia de la inquisición y a la prohibición de adquirir determinados libros.
La administración Borbónica, como la francesa de Luis XIV, sometía el imperio americano a un centralismo excesivo. El poder recaía en los virreyes, que relegaban los cabildos a un papel representativo.

La Educación

La enseñanza elemental se hallaba abandonada y la superior limitada y mediatizada. La escasez de prensa periódica impedía a los hijos de las colonias emitir sus opiniones, tal como ya ocurría en los países más adelantados de Europa.

Principales causas de los movimientos precursores

La injusticia imperaba en todo lo que concernía a la situación económica. La agricultura la dirigía España, que exigía plantar aquello que le interesaba; de aquí arranca el monocultivo que afecta a muchos países hispanoamericanos todavía. Las colonias debían vender sus cosechas sólo a la metrópoli, muchas veces bajo el sistema de estancos (verdaderos monopolios), como el del tabaco, donde la única beneficiaría era la compañía estanquera peninsular.
El comercio, lastrado porque los productos sólo se podían vender en los puertos de la Península (en especial Cádiz y Sevilla), perdía cosechas enteras por saturación del mercado español y por la imposibilidad de deshacerse de sus excedentes en otras naciones.
La industria naciente languidecía, falta de protección; las rentas públicas iban a parar al fomento de la metrópoli y de ellas, sólo una pequeña parte se destinaba a la mejora de las colonias.
Las clases bajas se encontraban agobiadas por los onerosos impuestos, que no les permitían salir de la indigencia. El estanco y los gravámenes de productos como el tabaco, la sal o el aguardiente, disgustaba a las clases humildes. Las clases altas criollas también sufrían esta política, que les impedía desarrollarse económicamente; no podían invertir, ni mejorar, ni comerciar con los extranjeros. Por todo ello, la situación hizo crisis durante el siglo XVIII.

Movimientos precursores

Algunas de las primeras manifestaciones violentas se produjeron en la última colonia que conservó España en América, Cuba. Los vegueros de Jesús del Monte, cerca de La Habana, se sublevaron contra el gravoso estanco del tabaco en 1717, acción que repitieron en 1723 y que la soldadesca reprimió brutalmente colgando a los rebelados de los árboles a lo largo de caminos vecinales, como escarnio y ejemplo para los demás. Sin embargo, este alzamiento no tomó un cariz independentista, permaneciendo en el ámbito de una reivindicación económica.

Levantamiento de Antequera

El gobernador de Paraguay apoyado por los jesuítas, cometió abusos en el comercio de la yerba mate, de la que se obtenían cuantiosos ingresos. Los vecinos se querellaron ante la audiencia de Charcas, la cual envió al pesquisidor Antequera, un panameño honesto, que depuso al gobernador. No vencido éste, consiguió que el virrey lo repusiera. El pesquisidor, apoyado por el cabildo de Asunción y por el pueblo, invocó la superioridad del pueblo sobre las decisiones reales y levantó un ejército que derrotó a las tropas realistas y jesuíticas en 1724. El virrey de Perú envió desde Buenos Aires una tropa que apresó a Antequera, quien fue condenado a muerte, acusado del delito de lesa majestad, y asesinado antes de llegar al cadalso, temerosos sus guardas de que el pueblo lo rescatase.
Años más tarde, durante el reinado de Carlos III, aunque se rehabilitó su memoria, las ideas de Antequera no se detuvieron en Paraguay y repercutieron en los habitantes de la provincia rioplatense de Corrientes, que se alzaron en armas en 1732 y 1764 y rehusaron combatir a los comuneros paraguayos. Enviados éstos a la frontera contra los guaraníes sublevados, desertaron en su mayoría. El gobernador de Buenos Aires dispuso la leva de los vecinos de Corrientes para apresar a los fugados, pero éstos se negaron a ello. El gobernador entonces cedió con lo que rebeldes y desertores obtuvieron el triunfo.

Levantamiento del Indio Yucateco Jacinto en Nueva España

En el virreinato de la Nueva España también se produjeron reacciones populares. La más importante fue la del indio yucateco Jacinto, que se sublevó con sus hermanos de raza y derrotó a una pequeña tropa. Reunió a miles de indios desharrapados que, no obstante su número, quedaron vencidos por un ejército realista de dos mil hombres.

Levantamiento de Manuela Beltrán en Nueva Granada

Al terminar el siglo XVIII se produjeron otras manifestaciones de rebeldía contra el poder metropolitano. En 1780 estalla el movimiento comunero de Nueva Granada, debido al aumento del estanco del tabaco y de la alcabala del jabón y la sal. Encabezó el levantamiento Manuela Beltrán quien, al penetrar en el cabildo para destruir el edicto que exigía los impuestos extraordinarios, fue imitada por todo el pueblo. Se formó un ejército de veinte mil rebeldes mal armados que, conducido por el mestizo Galán, puso en libertad a los esclavos y se proclamó comunero.
Una hábil mediación de la Iglesia logró que los sublevados depusieran las armas a cambio de unas capitulaciones en las que se terminaba con el estanco del tabaco, se reducían los impuestos y los criollos alcanzaban el derecho a ocupar algunos cargos.
El virrey, sin conocer la paz difícilmente lograda por el prelado, envió a Bogotá un regimiento desde Cartagena, lo que produjo una nueva insurrección encabezada por Galán, que fue duramente reprimida.

La más relevante de todas las sublevaciones, la del indio peruano Tupac Amaru, fue simultánea a la de los comuneros de Nueva Granada. José Gabriel Condorcanqui, de la aristocracia inca, se proclamaba descendiente del inca Huayna Capac y, cansado de la explotación a que eran sometidos sus hermanos, apresó al corregidor de la zona en 1780 y lo mando ahorcar. Levantó un ejército de unos siete mil quechuas, se proclamó Inca Tupac Amaru II y marchó sobre Cuzco, donde derrotó a las primeras tropas que lucharon contra él. Los virreyes de Lima y Buenos Aires concentraron un ejercito de dieciocho mil hombres, con los que dispersaron a los sublevados. A Tupac Amaru lo apresaron, y fue condenado a descuartizamiento por cuatro caballos atados a cada una de sus extremidades.
La rebelión de Tupac Amaru nació condenada al fracaso. Mientras que el movimiento comunero de Nueva Granada parecía más criollo y reivindicativo que secesionista, el de Tupac, esencialmente indio, pretendía restaurar la identidad del imperio inca, pero sin contar con los criollos, a quienes los indios miraban con recelo.

Repercusión de la Revolución de América del Norte

La revolución en América del Norte repercutió en todo el continente y supuso el triunfo de dos siglos de pensamiento antiabsolutista. Los orígenes ideológicos del cambio en la América española se enraizaban en el pensamiento inglés y en la Ilustración francesa del siglo XVIII.
El terreno estaba abonado para que las nuevas publicaciones (prohibidas por el Tribunal del Santo Oficio y las autoridades monárquicas) fructificaran en las mentes de los criollos. Éstos leían panfletos, documentos, libelos, cartas y traducciones prohibidas que inflamaban su ánimo. El pueblo y los trabajadores, por lo general analfabetos, no conocían el pensamiento ilustrado de la época, pero se sumaron al movimiento independentista, con la esperanza de una vida mejor.
La Carta a los españoles americanos del padre Vizcardo, jesuíta de Arequipa, incitaba a la rebelión contra el poder constituido. Un famoso discurso cuyas copias circulaban clandestinamente por todo el virreinato de Perú, lo pronunció Baquíjano, en forma de alegato criollista.

La Ilustración en América y los Precursores

El espíritu de la Ilustración residía en la intelectualidad criolla, que secretamente se informaba sobre Montesquieu, Voltaire, Locke y Rousseau. También obtuvo resonancia la Enciclopedia de Diderot y d'Alembert. Las ideas patrióticas comenzaron a florecer en precursores de la independencia como fray Servando Teresa de Mier (en México), Camilo Torres (en Colombia) y Francisco Eugenio de Santa Cruz y Espejo (en Ecuador). El chileno Manuel de Salas y el peruano Victoriano de Villava atacaron las lacras sociales que afectaban a la sociedad colonial. En la región rioplatense, Manuel Belgrano y Mariano Moreno, colaboraron en la creación de una conciencia nacional argentina.
En Venezuela conspiraron Manuel Gual y José María España para conseguir un comercio libre con todas las naciones y abolir la esclavitud, pero fueron delatados y ejecutados en Caracas en mayo de 1799.

Antonio Nariño

Antonio Nariño, natural de Nueva Granada, influido por el espíritu revolucionario, se convirtió en figura imprescindible para los hombres de su tiempo, forjándose una reputación de intelectual intachable, al que acudía la juventud más radical. Tradujo y difundió la Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano de la Revolución francesa. Apresado y juzgado sumariamente, se decretó su prisión en Cartagena y la pérdida de sus bienes. Trasladado a Cádiz en barco, logró evadirse y se refugió en París y Londres, donde trató de ganarse adeptos para la causa de la libertad sudamericana. Regresó clandestinamente a Nueva Granada en 1797 pero tras innumerables peripecias fue encarcelado en Cartagena de Indias.
Recobró la libertad en 1810, cuando estallaron los conflictos con la metrópoli y se convirtió desde entonces en una de las cabezas fundamentales del movimiento independentista local.

Francisco de Miranda

Otro precursor fue Francisco de Miranda, nacido en Caracas en 1756. Estudió en la universidad e ingresó en el ejército real, donde alcanzó el grado de capitán. Luchó en las islas del Caribe contra la armada británica y en la Florida, a favor de los colonos de Norteamérica adonde se trasladó al dejar el ejército. Su espíritu aventurero le guió a Europa, donde gozó de las atenciones de la corte rusa de Catalina II y de la sociedad parisiense. Al estallar la
Revolución francesa, la Convención lo encarcela.
Una vez liberado, se dedicó plenamente a la obra que proyectaba para su América natal. Deseaba constituir un gran Estado confederal, que se extendiese desde México hasta la Tierra del Fuego, bajo la dirección de un Inca, que gobernaría auxiliado por dos cámaras legislativas y unos órganos consultivos. Para ellos buscó el apoyo de Pitt en Inglaterra y de Jefferson y Madison en los Estados Unidos. Sin embargo, fracasó la expedición que, salia de Nueva York (1806), desembarco en las costas de Coro, ya que el pueblo no le apoyó. Sus hombres lo entregaron a las autoridades inglesas de las Indias Occidentales Británicas pero le salvó de la cárcel su amigo, el marino Thomas Cochrane, más tarde figura destacada en Chile. Miranda logro ver su sueño realizado parcialmente. Capitaneó a los insurrectos venezolanos, hasta que hubo de capitular en San Mateo, antes la superioridad de las tropas de Domingo Monteverde, Encerrado en Puerto Cabello y en Puerto Rico, murió prisionero en el Arsenal de La Carraca (Cádiz) en 1816.

Abdicación de Bayona

Las ideas de estos hombres facilitaron el acceso a la independencia de las colonias hispanas de América y la previa toma de conciencia de todos los estamentos sociales.
En España abdicaba el rey a favor de José Bonaparte, hermano de Napoleón y se producían los incidentes del 2 de mayo de 1808.
Conocedores en América de las noticias y de la existencia de una Junta Suprema Central que no reconocía a la nueva monarquía impuesta, se encontraron ante la disyuntiva de escoger entre la Junta y la obediencia al hermano de Napoleón. Las asambleas criollas optaron por crear Juntas de Gobierno locales para cubrir el vacío de poder. Sin embargo, estallaron en ellas graves disputas, hábilmente aprovechadas para la secesión.

Las independencias americanas no resultaron ser el producto de una combinada acción común, sino que experimentaron dos períodos, divididos por el restablecimiento de Fernando VII. El primer período, de 1810 a 1815, coincide con la Guerra de Independencia española y con la restauración absolutista de Fernando VII El segundo, de 1816 a 1826, abarca el primero y segundo período absolutista ("década Ominosa"), separados por el "Trienio liberal" de 1820 a 1823.