Sucklord

Por Bill Jimenez @billjimenez

Descubrimos a Sucklord (y su marca Suckadelic) en la segunda edición del reality Work of Art, un concurso del que ya os hemos hablado en otras ocasiones y que, pese a representar a la cara más mercantil del arte, al menos se aleja de una fórmula que, por lo general, suele premiar a la gente por estar de brazos cruzados. En Work of Art los concursantes están obligados a trabajar duro, a contra reloj y competir, más que con sus compañeros, contra sus propias limitaciones. Y aunque Sucklord siempre estuvo en la cuerda floja, con su personalidad, a medio camino del freak y el estratega emocional, dio al programa alguno de sus mejores momentos.

Analizado desde una perspectiva académica, Morgan Phillips, su nombre auténtico, no es un artista plástico al uso, limitaciones que fueron cada vez más evidentes durante el concurso. Porque quizá deberíamos llamarlo artesano o juguetero, ya que el 90% de su producción son muñecos artísticos que parodian su filia más acentuada: el universo Star Wars.

De él surgen los stormtroopers de Gay Empire y numerosos bootlegs de juguetes que mezclan ciencia ficción, estética pop y multitud de referencias subculturales que van desde la música rap a las recientes acciones de ocupación en Wall Street. Sus cartas coleccionables Occupy Cybertron, muestran respectivamente a Autobots y Decepticons en guisas urbanas y corporativas.

Y no hay trabajo de este artista que funcione sin ironía, como demuestra la colección de muñecos que presentó tras finalizar Work of Art, versiones de jueces como Jerry Saltz, eminencia de la crítica neoyorkina, o el coleccionista y subastador Simon de Pury.

Sucklord quizá no sea el artista más impactante del mundo, pero sí sabe venderse dentro de su parcela, una que potencia a través de su alter ego (y su caracterización de un Boba Fett urbano) y sus flirteos promocionales con las redes sociales.