Sudáfrica 2010

Por Luiscercos

Parece que por fin ha llegado el mundial de fútbol y mira tú por dónde que voy a tener que seguir a la selección de Argentina.
Y no porque sea un seguidor de Messi que no lo soy aunque no me caiga mal el chico, sino simplemente porque el F.C. Barcelona y yo (a pesar de Guardiola, que también me cae bien) somos, por eso de las filias y las fobias infantiles, completamente irreconciliables.
No. Tampoco voy a seguir a Argentina por motivos familiares (mi mujer y la menor de mis hijas son de allá). Allá cada uno con los colores de su selección, que es muy instructivo que cada miembro de la familia entregue en las aduanas diferentes pasaportes. Por eso de reconocer lo bueno y lo malo de cada sitio.
Ni la voy a seguir por el bueno de Gonzalo Higuaín, que ese sí que eligió bien el color de la camiseta de su club (ya lo dije), ni porque me guste más o menos el celeste y blanco de su remera, ni siquiera para estar informado sobre si los periodistas (algunos) se la chupan o no a ese genio del balón que fue (y que seguirá siendo) Maradona.
Voy a seguir a Argentina porque en su expedición hay 2 tipos con los que merece la pena juntarse, a saber Martín Palermo, el hombre que falló 3 penales en el Argentina-Colombia del 4 de julio de 1999 (record guiness del asunto), que se quebró la pierna (doble fractura de tibia y peroné) en la posterior celebración de un gol cuando jugaba en la primera división española (Villareal CF –Levante UD, 29 de diciembre de 2001), capaz de marcar un gol colgado del travesaño (en un partido amistoso frente a River Plate, 26 de enero de 2008) o de caer de espaldas en el momento de tirar un penalti (24 de abril de 1999, resbaló en el momento de ejecutar un penal, cayó de espaldas, pegó a la pelota con ambos pies y entró en la portería). A pesar de todo, Martín Palermo es el goleador histórico en La Bombonera. Nadie ha hecho allí, más goles que él. ¿Cómo no ser capaz de sentir simpatía por la versión humana del mismísimo Ave Fénix? Loco Palermo, me caes bien.
Pero no supe hasta ayer de la existencia de Fernando Signorini, preparador físico de la selección argentina, e inmediatamente me identifiqué con él: misma generación (él nació en 1960, yo cinco años después); mismos libros (Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano; Por qué no soy cristiano, de Bertrand Rusell); similares maneras de dirigir un colectivo (somos un continente en permanente lucha por una sociedad más justa y me gusta incentivar a los jugadores para que no piensen que el fútbol es lo único); similar desarraigo nacional (con Messi se comete esa injusticia del patrioterismo imbécil: “es que juega en España”. ¿Y qué tiene que ver? ¡El 60% de los argentinos somos hijos de españoles! Si a nuestros abuelos no se les hubiera ocurrido viajar, seríamos todos españoles); similar desafecto por lo que sabemos hacer (el fútbol es una cosa tan simple que a mí me da vergüenza ocupar tanto espacio); similares maneras de delegar:
- ¿De qué habla con los jugadores antes de cada partido?
- Hablamos sobre cómo organizar el calentamiento porque eso lo delego en ellos. Les libero. Les invito a pensar y les comprometo para que cada uno elija lo que tiene que hacer. Acentúo esa confianza en el delegar. Si un jugador profesional no está en condiciones de hacer su propia entrada en calor, entonces se tiene que dedicar a otra cosa. Prefiero ser lo menos necesario posible.
Lo dicho, ¿Te animas a seguir a la albiceleste conmigo? O quizás deberíamos decir: ¿Te animás?
Luis Cercós (LC-Architects)
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