Sudáfrica 2010: reflexiones al cierre (II)

Por Avellanal

Sobre España: cuatro años después que Italia se consagrara en tierras alemanas, extremando el catenaccio hasta límites verdaderamente espantosos, el mundo del fútbol se vuelve a poner de pie ante un seleccionado que otra vez posicionó al toque en un pedestal, demostrando que se puede colocar el balón a ras del suelo, tocar permanentemente, no traicionar un estilo arriesgado y ambicioso, y al mismo tiempo, obtener éxitos deportivos considerables. La fiebre resultadista, la lógica de ganar a cualquier precio, el tacticismo a ultranza, me figuro, han recibido una cachetada descomunal con este festival de un fútbol de constante búsqueda estética y ofensiva que desplegó el conjunto de Vicente Del Bosque. Tal vez España no haya brillado como en la Eurocopa de 2008, pero mantuvo incólume una idea cardinal de juego que en ningún momento estuvo dispuesta a negociar, ni siquiera en los más adversos, como en aquella injusta derrota inaugural con Suiza. La solidez española, como viene siendo sistemático desde la época de Aragonés, nuevamente se sustentó en un mediocampo exquisito, plagado de toque corto, profundo y preciso, y fuente generadora de un fútbol tan vistoso como efectivo. La actuación de Iker Casillas constituyó otro pilar fundamental de la coronación roja: volvió a demostrar que los grandes arqueros aparecen en las paradas bravas, en los instantes decisivos; el que no le hayan marcado un gol en toda la segunda fase así lo confirma. En síntesis, la España más sudamericana jamás vista consiguió el primer mundial de su historia, mientras que el Brasil más europeo que se recuerde pasó sin pena ni gloria por Sudáfrica. Ojalá España siga por la misma senda y Brasil recupere la memoria.

Sobre Iniesta: pocos futbolistas en la actualidad saben aprovechar cada metro cuadrado del campo de juego como el mediocampista del Barcelona. Pocos también son tan certeros a la hora de entregarle al pie el balón al compañero mejor ubicado, pocos hacen gala de una técnica tan depurada poniéndola siempre al servicio del conjunto. Al igual que Xavi, todo el juego del campeón del mundo pasó por los pies de Iniesta: fue la columna vertebral, el cerebro, el conductor, y hasta se vistió de héroe y goleador en el partido más trascendente de todos. Jugadores de mayor relevancia mediática, como Messi, Ronaldo, Kaká o Rooney, terminaron diluyéndose en la manía individualista, salvavidas de plomo para sus respectivos seleccionados, mientras que Iniesta, sin apelar al lucimiento individual per se y anteponiendo siempre los intereses colectivos, se transformó en el director de una orquesta que sonó casi a la perfección: enhebrada, talentosa, aceitada y solidaria entre sí. Por si quedaban dudas, en este Mundial se ha comprobado que ver jugar a Iniesta, como a Zidane en sus tiempos, es asistir a una renovada fiesta.