Todas las famosas los beben. Las fotos son ideales. Zumos de frutas y verduras. 100% vitaminas. Te desintoxican. Te revitalizan. Te adelgazan. Te rejuvenecen.
Qué apetecible.
Pues va mi suegra y me regala una licuadora. Ya está. Ya estoy. Un pasito más hacia el glamour. Qué ganas de probarla. Me paso la semana ideando recetas, imaginándome bebiendo un zumo cada día. No termino de probarla porque no me da tiempo. Si quiero zumo, tendré que levantarme (todavía) más temprano.
Pero llega el domingo por la mañana. Hoy sí. Es el día. Me levanto y salgo a correr. Olé por mí. Vuelvo a casa con la mente puesta en mi objetivo: hacerme un súper zumo. Deporte y zumo. Como una famosa. Si me ponga carillas en los dientes ya casi estoy. Allá voy. Enchufo el aparato.
Al final no he mirado recetas en Internet. Me dejo guiar por mi instinto. Ayer compré de todo. Empiezo. Dos zanahorias. En cinco segundos se convierten en unas gotitas. Maná concentrado. Venga, un poco de espinacas. Esta vez no sale nada. Parece que voy a necesitar kilos de verduras. O algo con más líquido. Naranja. Ahora sí que sale algo más. Pruebo. Sólo sabe a naranja. Para eso me habría hecho un zumo de toda la vida. Ya sé. Remolacha. Pura salud. ¿Una entera? Venga sí, y con más espinacas. Le doy al botón. Salpica la remolacha y me mancho. La que he liado. Pero ya tengo medio vaso. Lo pruebo. Está bueno. Creo que con esto basta, que está muy concentrado. Me lo bebo. Enseguida me siento más joven. Tengo la piel más tersa.
Miro cómo ha quedado la cocina. Ahora toca recoger. ¿Cómo se limpia este cacharro? Lo abro y descubro el misterio: no es que la licuadora desintegre las cosas, es que hace un puré que se queda dentro. Hay que desmontarla entera. Madre mía qué rollo. Todo esto por medio vasito. Claro, ahí está la gran diferencia: las famosas no se ponen a limpiar la licuadora.
Mi gozo en un pozo. Mañana me como una manzana.