Superar una ruptura VII: la recuperación y la aceptación

Por Cristina Lago @CrisMalago

Ya comes, ya duermes con normalidad y empiezas a tener ganas de abrirte al amor. ¿Será, por fin, la luz al final del túnel? 

Hay pocas sensaciones más liberadoras que mirar hacia atrás y ser consciente del largo y arduo camino recorrido.

Ver que el sufrimiento ha quedado en otra etapa y lo peor ya ha pasado, es casi tan gratificante como estar cuatro horas esperando la cola para las entradas del concierto de U2, darte la vuelta y comprobar con maliciosa delectación  toda la gente que está todavía esperando, mientras que tú estás a punto de llegar a taquilla.

El problema es cuando alcanzamos la anhelada meta y un antipático taquillero baja la persianilla y cuelga el cartel de No hay entradas.

Sí: después de todas las etapas que has recorrido, lo que has llorado, el dolor que has pasado y las maldiciones gitanas que has proferido contra tu ex en particular, y contra todos los hombres o mujeres en general, descubres que nada es exactamente como te habías imaginado.

Eres un poquito más sabio, de acuerdo. Te sientes más independiente, ok. Has mejorado física y psicológicamente y has descubierto que existen más aficiones aparte de tener pareja, muy bien.

Pero aún quedan muchas incógnitas. No sabes si podrás enamorarte como antaño. No sabes si te bloquearás ante la posibilidad de abrirte de nuevo. No sabes si lo tuyo es independencia o una coraza. A veces te sientes un poco solo. A veces te preguntas si conocerás a alguien. A veces conoces a alguien y no sientes lo que sentías, pero vais tirando. Y a veces quedan espinitas, cuentas pendientes, encuentros que no se dieron y despedidas que no se hicieron.

En fin ¿quién dijo que fuera fácil?

Estás empezando a intuir que la vida, al contrario que sucede en las historias de ficción, no otorga finales redondos a cada una de tus vivencias. Quedan colgajos, hilos que irás tejiendo quizás más adelante, cuando otras vivencias nos proporcionen nuevas respuestas, o no, y morirás con el misterio. Pero no existe ninguna ley universal por la cual todo esté obligado a ser desvelado en alguna ocasión.

Y ahí reside la diferencia entre recuperación y aceptación.

Te recuperas cuando te despiertas por la mañana y tus pensamientos y preocupaciones nada tienen que ver con tu ruptura, cuando te encuentras, en general, bien. Lo que sucede es que estar bien es algo que se valora enormemente cuando se está mal y no parece tan espectacular, cuando se convierte en la rutina habitual. En cualquier caso,  los buenos y malos tiempos son transitorios. Disfruta de tu descanso del guerrero y ahora que ya sabemos en qué consiste la recuperación, vamos a tratar sobre la aceptación.

Hace unos años, tuve una intensa historia que acabó mal. Mi recuperación fue lenta y trabajosa, no ya por la ruptura en sí, sino por toda resaca emocional que llevaba arrastrando durante años y con la que nunca antes me había tenido que enfrentar. Llegó un momento en que me encontraba bien. No tenía miedo a nuevas relaciones, podía sentir atracción por otras personas y no pensaba en aquello a diario. Pero, como muchas personas que salen de experiencia de este tipo, tenía la sensación de que aquella historia se había quedado a medias, que quizás de haber hecho las cosas de otra manera, podría haber funcionado. En realidad, me había recuperado de esa ruptura, pero sin embargo, no la había aceptado. En mi cabeza todavía seguía alimentando el vínculo y me percaté de que esta forma de pensar me generaba angustia y cierta sensación de desesperanza y estancamiento, aunque en todos los demás aspectos parecía estar mucho mejor.

Me pregunté que era lo que me faltaba para cerrar. ¿Decir adiós de alguna manera? En algunas terapias a personas que necesitan cerrar una situación del pasado, se prueba a recrear una escena en la consulta en la cual el paciente puede desahogarse o despedirse. Pero no, no era eso lo que necesitaba. Yo ya me había desahogado ampliamente y no me quedaba más por decir al respecto.

La resolución de esta situación se dio, como no podía ser de otra manera, el tiempo. ¿Recordáis lo de la energía no se crea, ni se destruye, sólo cambia? Este fue mi descubrimiento en aquel entonces. Si todos esos pensamientos y emociones eran energía, podían ser transformados en otra cosa. La clave estaba en buscar algo que hiciese que esa energía se pudiera transformar en algo positivo, de modo que la experiencia vivida no permaneciese en mi como un trauma, sino como un punto de partida a partir del cual cambiar mi existencia. Había perdido, sí, pero la ganancia debía superar a la pérdida y esa fue mi lucha a partir de entonces.

La aceptación, por tanto, llegó mucho después que la recuperación y no podría haber sido antes: yo no disponía de la distancia emocional suficiente como para llegar hasta ahí. Sé que en algún momento todo dejó de ser una lucha y entendí que el proceso de transformación de la energía, había sido completado.

 Os sonará muy abstracto, de modo que seré más específica. Encuentra un objetivo que te mantenga luchando. No hace falta que sea alguna meta épica e inalcanzable. A veces con salir airoso del día a día, es suficiente. Mi lucha fue sencilla: deshacerme de algunos hábitos insanos, intentar implementar pequeños cambios en mi forma de gestionar ciertas cosas, salir de mis propios límites poco a poco. A día de hoy, continúo con este trabajo, este encaje de bolillos existencial que me hace abrir los ojos cada día al misterio. 

Quizás alguna vez se dé la ocasión de completar una de mis historias inacabadas, o no. Acepto estas pérdidas y todo lo que salió como deseaba y todos los errores que cometí. Todo está en orden ya. Esto me da paz.

Todo esto cuesta, porque es más fácil luchar por salir del dolor de una situación concreta, como una ruptura, que aprender a estimularte, automotivarte y estar a gusto con la simple y llana cotidianidad. Si uno está con su mente ocupada en los dimes y diretes de su día a día interior, finalmente estará demasiado ocupado en su presente, como para tirar de los hilos del pasado. Vivir en sí mismo es un proceso tan complejo, que en realidad no es necesario agregarle otros aditamentos, sólo es preciso encontrar el sentido del tiempo presente.

Así pues, la aceptación no siempre forma parte de todos los duelos. Muchos de vosotros, de momento finalizaréis este etapa plenamente recuperados a nivel emocional, pero no todos os libraréis por completo de ciertos miedos y rechazos. Si es así, tened paciencia. Todo llega.

Con esto, doy fin a al apartado Las etapas de la ruptura, esperando que os haya aportado, al menos, la sensación de no haber estado tan solos en este tramo del camino.

Un abrazo muy fuerte a todos. Y recordad, que como decía el recientemente fallecido Zygmunt Bauman: Mientras está vivo, el amor está siempre al borde de la derrota.

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