También la lluvia habla de resistencia y amistad –dice Icíar Bollaín-. Es un viaje personal. El relato de una aventura que los protagonistas emprenden sin sospechar el final y que nos trae el pasado al presente. A medida que voy cumpliendo años me voy convenciendo del cíclico repetir de los acontecimientos pasados. Los perdedores, pierden siempre. Los vencedores (la suerte del campeón, se dice) suelen vencer siempre. ¿Por qué será?
Costa (Luis Tosar, interpretación tras interpretación, cada vez más grande), productor de cine, y Sebastián (Gael García Bernal), director de cine, marchan a la Bolivia pre Morales a punto de estallar la que fue denominada Guerra del Agua (abril de 2000), para rodar una película sobre la colonización española de América Latina en la que se muestra el lado oscuro de Cristóbal Colón y la defensa de los indígenas que realizaron, en los inicios del siglo XVI, Bartolomé de las Casas y Antonio de Montesinos.
El rodaje de la película histórica va enfrentando a los actores con la realidad casi actual de la América de final del siglo XX, donde los descendientes de los indígenas americanos ni siquiera tienen derecho a recoger el agua de lluvia.
¿Y quién pretende quedarse también con la lluvia que cae del cielo? Pensad un poco. No es difícil de adivinar.
La película en cualquier caso, y eso es lo que más gustó, nos enseña los matices entre los que aparentemente ejercen de buenos y los que parecen peores. No hay maniqueísmos aquí, sino dudas y constantes decisiones entre los nuestros intereses particulares y el bien general.
Como la vida misma, por cierto. Colisiones entre lo que dicen que debemos hacer, lo que pensamos que debemos hacer y lo que verdaderamente deberíamos.
Acertada por tanto la frase con la que se publicita la película:
Muchos son los que quieren cambiar el mundo. Pocos los que están dispuestos a cambiarse a sí mismos.
Luis Cercós (LC-Architects)
http://www.lc-architects.com/