Nuestro encuentro ha sido fugaz, casi una prueba deportiva de marcha con punto de partida y llegada en la Avenida Mohamed VI junto a la entrada al puerto antiguo, lugar donde nos deja el autocar cuando llegamos desde la
bonita población de Assilah. Desde allí, sin prisa pero sin pausa comenzamos a subir en dirección a la Medina y su punto más alto, la Kasbah, para después bajar de nuevo recorriendo las murallas. Estamos en la ciudad de Tánger a orillas del Mediterráneo.
Al llegar, observamos con claridad que se trata de una enorme ciudad en desarrollo y contrastan enormemente sus construcciones modernas que parece que crecen de forma desenfrenada, con su casco antiguo o medina que arranca desde el puerto colina arriba y que será el único lugar que podremos visitar a pie, apremiados por la salida de nuestro avión de vuelta hacia Madrid.
Tánger, la ciudad blanca, es nuestra última parada en este viaje a
Marruecos Norte. Un mítico inicio dice que esta población colmada de mitos y leyendas fue fundada por Anteo, hijo de Neptuno, quien puso a la ciudad el nombre de su mujer Tingis. Si ha contado con algún momento de tranquilidad, debió ser ese porque después ha sufrido las invasiones de Cartagineses, Vándalos, Fenicios, Romanos, Árabes y europeos, entre estos últimos los españoles por supuesto, los franceses, ingleses y portugueses.
Sin duda, tanta necesidad de defensa hacia el mar, es lo que determina esas poderosas murallas y torreones que custodian su Medina y esa infinidad de callejuelas construidas en la colina.
Por ese motivo y no podía ser de otro modo, nuestra primera parada al acceder a la zona antigua fue en la Terrasse Borj al-Hajoui, en la Plaza de Faro, donde vemos varios cañones de origen portugués y unas bonitas vistas sobre el puerto y el estrecho de Gibraltar.
Después de tanta invasión, desde la época colonial Tánger se ha convertido en inspiración para generaciones de artistas y ha sufrido algunos cambios adecuando sus antiguos edificios y callejuelas a un carácter más cosmopolita. Accedemos por el Boulevard Pasteur y vamos viendo sus calles, balcones y edificios muy variados. Cafés con terrazas tranquilas desde las que se ver pasar a los miles de viajeros.
Un anciano sentado en un pequeño café nos señala un edificio con una pequeña entrada en el que se observan algunos obreros rematando y nos invita a visitarlo mientras nos dice "Palacio bonito, muy bonito, podéis pasar". Algo temerosos por la situación nos atrevemos a cruzar la pequeña puerta y nos quedamos sorprendidos de lo que escondía. Hall, salones, escaleras, lamparas, un patio interior y una estructura con una decoración árabe exuberante. Estábamos en el interior del
"Palais Zahia" que pocos días después inauguraba y abría por primera vez sus puertas como hotel-spa. Si algún día vuelvo a Tánger no dudaré donde alojarme.
Muy cerca y siguiendo hacia arriba, encontramos el Gran Teatro Cervantes, pequeñas mezquitas y edificios u balcones llamativos y variados, pequeños cafetínes, tiendas y pensiones. Poco a poco las calles van siendo más estrechas hasta que nos encontramos en lo más antiguo y laberíntico de la ciudad. Especial atención requiere la Plaza del 9 de abril de 1947 donde se encuentra el Gran Zoco y por lo tanto el mercado y gran parte del ajetreo de la ciudad.
La Kasbah es el lugar donde más tiempo invertimos. Entramos por su puerta principal llamada Bab el Assa o puerta de los centinelas donde al parecer se torturaba y ejecutaba a los presos. Cuando nosotros entramos estaban rodando un culebrón y los extras estaban en el rato del bocadillo, la estampa era singular. Por esa puerta accedimos al
Museo de la Kasbah, antiguo Dar el Majzen o Casa de la gobernación.
El museo tiene horario de visita y debimos esperar a las diez de la mañana, en el interior las señoras de la limpieza aún realizaban su trabajo mientras algunos turistas muy madrugadores como nosotros paseábamos por el antiguo palacio del sultán fundado por Moulay Ismail en el siglo XVII. Los patios porticados y sus columnas de mármol y arcos revestidos de azulejos son espectaculares y sirven de paso a muchas otras estancias y salas museo. Los techos de madera de cedro y paredes de estuco del palacio son muy bellos y le han dado fama mundial. Pudimos ver piezas de arte marroquí, antigüedades y piezas arqueológicas de enorme valor.
Después de pasear un rato por los jardines del Palacio comenzamos la bajada hacia el puerto accediendo a las murallas por la
Puerta de Bab el Bahr o Puerta del Mar que se abre hacia la bahía y sus fuertes Borj el Hadjoui y Borj el Mosra que aún apuntan sus armas hacia el posible enemigo. Ya desde abajo a nivel del mar y volviendo hacia nuestro autocar disfrutamos de las excelentes vistas sobre el nuevo puerto y vimos la fortaleza de Borj el-Baroud que dejamos a la espalda despidiéndonos de Tánger.
Otros lugares sin visitar obligan a volver a Tánger con más pausa: La mezquita de Sidi boy Abid, la Iglesia Anglicana de St Andrew, el Parque de la Mendubia, souk Dakhil o el zoco chico, el Café de París, la Rue des Siaghins o calle de los plateros, la Iglesia de la Purísima Concepción, el Palacio de Dar Niaba, la Legación de los Estados Unidos de 1821, el Museo de la Fundación Lorin, la Gran Mezquita, la plaza de los Aisauas, la calle de las sinagogas (Cheikh el harrak), la famosa perfumería Madini y muchos otros.
Hemos llegado al final de nuestro viaje a Marruecos Norte y mi
Nikon D850 vuelve repleta de recuerdos de este precioso país al que espero volver. Ha sido un placer compartir esta pequeña aventura con el grupo
TRAVELOVERS al que desde aquí envío un fuerte abrazo.
Saludos, buen viaje y buenas fotos a tod@s.
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