tarde de lectura

Por Peterpank @castguer

Al Licenciado Andrés de Salvatierra

(Sobre el lenguaje que se requiere en el púlpito entre los predicadores)

En tres días, señor Licenciado, oímos otros tantos sermones, en que se les dió una buena carda a los predicadores cultos, haciendo en ellos la riza que en ovejuelas tiernas pudieran hacer hambrientos y sangrientos lobos. Corríme de ver tan crudamente castigada la inocencia; dolióme en el alma oír golpes tan fieros contra la elocuencia medida y casta, y tan dentro de sus verdaderos y justos límites ceñida, llamándola “lenguaje crítico y culto”, y diciendo de ella indignas libertades.

Bien sé que si los santos varones, que son en esta parte calumniados, se quisieran defender, que con espadas negras rebatieran, como tan diestros, las aceradas de sus contrarios; pero quieren ganar con paciencia el mérito que pudieran perder por la ira, y quieren discretamente darse por no reprehendidos en lo que tiene dilatado campo de alabanza, y de reprehensión ni un cortísimo paso.

Poco letrado soy yo para defensor de esta causa:

Quid enim (hablo con Lucrecio) contendat hirundo.
Cycnis? aut quidnam tremulis facere artubus haedi
Consimile in cursu possint ac fortis equi vis?

“¿Qué comparación tiene la parlera golondrina con el sonoro cisne?, ¿y los trémulos cabritos qué harán puestos en concurso al valor del alado caballo?” Confieso la pequeñez de mi doctrina, como ad miro la valentía de otros sujetos que debieran salir a esta tan debida apología; mas, entre tanto que ellos se arman, entretendré yo la escaramuza con animosos deseos, si no con robustas fuerzas.

Ya que salimos al campo, sepamos sobre qué reñimos, y no sea todo dar en los broqueles, donde no puede haber verdadera herida. Es sobre que no se debe predicar la palabra divina en lenguaje crítico y culto, sino en términos claros, para que la doctrina evangélica sea de todos entendida. Según eso, señor, lenguaje crítico y culto es lenguaje intrincado y obscuro, ambagioso y enigmático, de manera que el concepto y pensamiento del predicador no viene a ser entendido. Si ello es así, la sentencia está bien dada; yo me conformo con la reprehensión y desde luego la llamo justa. Pero examinemos, por vida mía, esto que llaman crítico y culto en realidad qué cosa sea, y del examen se sacará en limpio si la reprensión ha sido justa.

Primeramente digo que lenguaje critico no le hay ni ha habido en el mundo. Luego diremos qué lo sea estilo culto. Crisis es nombre griego: significa el juicio y censura que se hace de las obras ajenas; y crítico, el censor y juez de las obras ajenas. Cicerón, lib. IX, epíst. XIX, a Dolabella, dice: Ego tamquam criticus antiquus judicaturus sum, utrum sint, etc. Entre los gentiles fueron Aristarco y Mercio Tarpa valientes críticos, a quien se cometía la censura de los libros. Horacio, De Arte poética:

Si quid tamen olim
Scripseris in Metii descendat judicis aures.

Y al fin del Arte:

Fiet Aristarchus; nec dises cur ego amicum
Offendam in nugis
?

Fabio Quintiliano fué también gran crítico, el cual, en el libro de sus Instituciones oratorias, hace un largo y acertado juicio de los poetas, oradores y historiadores insignes. En nuestro siglo han sido doctísimos críticos Julio César Scalígero y Justo Lipsio. De modo que crítico ya consta lo que es, y en esta misma significación los médicos llaman días críticos a los días en que más bien se juzga y decierne la enfermedad del paciente, y en latín se llaman decretorios días, por el verbo decerno, que significa dicernir y juzgar. Siendo esto así, sin duda ignora la significación de crisis y crítico quien dice “lenguaje crítico”, pues en decirlo dice un disparate, y como papagayo habla lo que no entiende. No hay lenguaje crítico, como no hay lenguaje decretorio. Diránme que así lo dice el vulgo. En fin, cosa de vulgo, que es tanto como decir bestia de muchas cabezas, y cada una de su parecer, y pareceres contrarios. Virgilio:

Scinditur incertum studia in contraria vulgus.

Ahora bien: si no hay lenguaje crítico, a lo menos hay lenguaje culto. Eso es así, yo lo confieso y afirmo. Mas el lenguaje culto está tan lejos de ser vituperado en el púlpito y cátedra de los hombres doctos, que debe observarse en él con estrecho rigor. Culto viene del verbo colo, que significa pulir y adornar Cicerón, pro Quinctio: Erat res rustica bene culta et fructuosa. Así que, lenguaje culto es un modo de hablar bien trabajado y cultivado, no humilde ni desechado en ninguna manera; porque, si tal fuese, sería indigno de la gravedad del púlpito sagrado, indigno de las materias altas y divinas que en él se predican.

Oigamos a Cicerón en el primero de los oficios: Nulla vitae pars vacare officio potest, in eoque colendo sita vitae est honestas omnis, et in negligendo turpitudo: “En ningún estado, dice, el hombre carece de oficio, y en el cultivarle consiste todo lo que es honesto, y en el despreciarle la misma torpeza.”

El mismo, en el mismo lugar: Delectant etiam magnifici apparatus, vitaeque cultus cum elegantia et copia: “Deleitan los magníficos adornos, y el culto de la vida con elegancia y copia.” Diréis que es verdad que deleitan, pero que no dan fruto ni edifican las almas: digo que si deleitan, que también edifican. Oid lo que dice aquel gravísimo doctor Lactancio Firmiano, lib. VI, cap. V: Quo magis sunt eloquentes, eo magis sententiarum elegantia persuadent, et facilius inhaerent audientium memoriae versus numerosi et ornati: “Cuanto más elocuentes son, más bien persuaden con su elocuencia, y más fácilmente se apegan a la memoria de los oyentes los versos rodados y cultos.”

Bueno será que un predicador se suba al púlpito a hablar de repente, y que no lleve bien estudiada la materia, y que no se haya desvelado en la elocución sublime de los conceptos divinos, vistiéndolos con palabras dignas de su divinidad. Con ropas de bodas ha de ir al espléndido convite del Evangelio, descalzarse tiene las abarcas de nuestra pedestre y humilde conversación, arrojar debe las antiparas y zamarros del inculto y tosco lenguaje principalmente en este nuestro siglo en que la lengua castellana, aun en personas vulgares, está tan valida y tan gallarda.

Ladamus veteres et nostris utimur annis, dice Ovidio: “Alabamos los años antiguos, es verdad, pero usamos de los nuestros.” Los viejos hablen en su lenguaje rancio, que por ser viejos los oiremos con reverencia; pero dejen a los mozos que refresquen y remocen la lengua, pues con la mudanza de los tiempos se muda también el estilo de hablar. ¡Oh, bien haya Horacio!, ¡y qué bien lo dijo!:

Ut silvae foliis pronos mutantur in annos,
Prima cadunt, ita verborum vetus interit aetas,
Et jusenum ritu florent modo nata vigentque.

“Como los árboles cada año se renuevan de hoja, y la primera que nació muere la primera, así la vieja edad de las palabras perece, y se enjovenecen, florecen y están valientes las recién nacidas.” En pocas dice lo mismo Lucrecio:

Quod fuit in pretio, fit nullo denique honore.

Con él consuena M. Tulio, filípica XII: Nihil enim semper floret; aetas succedit aetati.

No se cansen los viejos con pensar que han de ir los mozos a su paso. Lo que en su tiempo fué bueno y muy estimado, ya no tiene precio ni estima: una edad sucede a otra, y en cada una corre su moneda, y la moneda corriente es sola la que vale. Y si hay algunos mozos tan al temple de los viejos, que gustan más del sencillo lenguaje, y aun inculto, de ellos, y quieren que les ponga la ceniza en la frente, yo lo haré. Digo que eso nace, o de cortedad de ingenio, o negligencia propria. Si es de lo primero, disimulo y callo; que no debo pedirles lo que naturaleza les negó; si de lo último, no quiero pasar por su descuido. Trabajen, desvélense en adquirir la elocución oratoria que el venerable púlpito pide; miren cómo y con qué ropa han de vestir diferentes conceptos; adónde han de alargar la hebra, adónde la han de tirar; dónde han de angelicarse y pisar las estrellas, dónde han de humillar la cerviz y coserse con la tierra; en las alabanzas sean difusos y floridos, en las reprensiones afectuosos y fervientes, en la doctrina claros, pero concisos; concisos, pero claros; en las descripciones ingeniosos y galanes, y en nada sin estudo y cuidado, trabajando que no parezca el trabajo, y cuidando que se disimule el cuidado.

Vuelvo a mi Horacio, que le hallo a la mano a cuanto quiero decir. Suplícoos que le oyáis y le miréis a las manos:

Ex noto fictum carmen sequar, ut sibi quivis
Speret idem, sudet multum, frustraque laboret
Ausus idem: tantum series juncturaque pollet:
Tantum de medio sumptis accedit honoris.

“Yo—dice—adornaré de tal manera un pensamiento, y éste de cosas comunes y vulgares, y le dispondré y compondré de manera, que oído, a cualquiera le parezca cosa muy fácil, y llegado a tentar lo mismo, sude y trasude, y trabaje en vano: tanto importa la orden del arte y la cultura de las palabras, que aquello que fué antes cosa ordinaria, recibe tan grande esplendor, que se desconoce a si mismo.”

Aquel gran crítico Quintilio Varo, cuando le traían algún poema a que le viese y censurase, corrige, decía al poeta, esto y esto por tu vida; si respondía que no podía más, mandábale que volviese al yunque los mal forjados versos; si defendía el poeta sus faltas, y no las quería emendar, callaba y despedía al enamorado de sí mismo. Y decía generalmente: “El prudente poeta abomine los versos flojos v sin arte, culpe los duros, borre los incultos”:

Vir bonus et prudens versus reprehendet inertes,
Culpavit duros, incomptis allinet atrum
Transverso calamo signum.

¿Veis cómo no solamente este gran crítico no vitupera el lenguaje culto, sino que le alaba, y satiriza el inculto? Ya me parece que os veo retorcer los labios, y que me decís que esto valga norabuena en los poetas, pero que en los oradores divinos corren desiguales obligaciones. Antes yo digo que mucho más apretadas; y lo probaré, no solamente con los preceptos de la elocuencia, pero con la lección de los Santos Padres que han escrito eruditísimamente sobre la Sagrada Escriptura, y que la cultura de las palabras y subtileza de los conceptos no oscurecen la oración, antes la exornan, cualifican y acreditan; de donde resulta la persuasión de la cosa, el halago de las orejas y la conversión del alma.

Todos los retóricos que hasta hoy han escrito del arte de la elocuencia, convienen en esto: que la retórica es arte de bien hablar, y que bien hablar es hablar culta, copiosa y elegantemente: Ornate, copiose et dilucide loqui. Tras esto dicen, uniformes, que el modo de hablar es tripartito: sublime, templado y humilde. El sublime toma para si el orador, sea gentil, sea cristiano, y principalmente pertenece el grave, culto y levantado estilo al orador cristiano, digo al predicador evangélico, porque la materia que trata, no sólo es alta y grandílocua, pero divina. Y si al concepto han de seguir las palabras, siendo la doctrina que explica, enseña y persuade no menos que del cielo, no menos que del mismo Dios, las ropas con que se ha de vestir aquel concepto divino, necesariamente será sublime, elegante y culto.

Oigamos a M. Tulio en el libro De Rhetorica que escribió a Herennio: Sunt igitur tria genera, quae nos figuras appellamus, in quibus omnis oratio non vitiosa consumitur: unam gravem, alteram mediocrem, tertiam extenuatam vocamus. Gravis est quae constat ex verborum gravium, magna et ornata constructione, etc.: “El modo de hablar grave y sublime, dice Cicerón, consta de una grande y adornada fábrica de palabras graves.” Y luego, un poco más abajo, dice: “Será grave la oración si se acomodaren a los conceptos que se dijeren, elegantísimas palabras, ya proprias, ya metafóricas; y si se escogieren graves sentencias para la amplificación y comiseración, y si se trajeren exornaciones de tropos y figuras con que quede la oración autorizadas”: In gravi figura consumetur oratio, si, quae cujusque rei poterunt ornatissima verba reperiri, sive propria, sive translata, ad unamquamque rem accommodabuntur, etc. Diga tras Cicerón su parecer Quintiliano, en sus Instituciones oratorias, lib. VIII, cap. III, De Ornatu: Venio nunc ad ornatum, in quo sine dubio plusquam in ceteris dicendi partibus sibi indulget orator, etc.: “Vengo agora, dice, al ornato, en que sin duda más que en osotras partes de la elocuencia se aplaude a sí el orador.”

Porque de hablar un lenguaje limpio y claro poca gloria se alcanza; pues no es más que carecer de vicios, sin adquirir gloria ni virtud alguna; hallar cosas que decir, común es eso a los indoctos y a los doctos. Para disponer el sermón no es menester mucha doctrina; si bien los artificios más ingeniosos, ocultarse tienen para que sean artificios. Finalmente, todas estas cosas miran a sola la utilidad de las causas; pero en la cultura y ornato el orador hace lo que debe como buen orador, y se engrandece a sí, y si en las demás partes granjea la aprobación de los doctos, en la bizarría de la lengua la de los doctos y el aplauso popular.

Bien claro queda con la doctrina del padre de la elocuencia, Cicerón, y con la del gran Quintiliano, a quien siguen los demás retóricos, que el lenguaje culto, grave y majestuoso pertenece derechamente al púlpito y a los demás que escriben o hablan de materia teológica, que, como propriamente cosa divina, pide de necesidad divino estilo. Y en esto no quiero ser creído, si no lo rubrican y califican muchos santos padres con autoridades de sus escritos.

Sed quoniam e scopulosis locis enavigavit oratio, et inter tantas spumeis fluctibus cautes fragiles in altum cymba processit, expandenda vela sunt ventis, et quaestionum scopulis transvadatis, et laetantium more nautarum, epilogi celeuma cantandum est: “Ya que mi oración de los peligrosos escollos se ha escapado, y por entre rocas cándidas con las olas espumosas se ha metido en el golfo mi chalupa, quiero explayar las velas a los vientos; y pues he ya vadeado las peñas de las ásperas cuestiones, a guisa de retozosos marineros, cantaré de mi epilogo el deseado celeuma.” Esto es de San Jerónimo a su buen amigo San Heliodoro.

Hable otro santo sobre los juegos de los gentiles llamados “gladiatorios”: Paratur gladiatorius ludus, ut libidinem crudelium luminum sanguis oblectet; impletur in succum cibis fortioribus corpus: et arvina assidui nidoris membrorum moles robusta pinguescit, ut saginatus in paenam carius pereat: homo occiditur in hominis voluptatem, et ut quis possit occidere peritia est, usus est, ars est: “Prepárase fiesta de espadachines, para que el antojo de las crueles lumbres en la sangre se recree: llénase de fuertes manjares para mayor sustancia el cuerpo; y con el mal oloroso graso la robusta máquina de los miembros engorda, para que al condenado a la pena le cueste la muerte mucho más cara: matan al hombre para deleite del hombre, y para saber matar hay su enseñanza, hay su ejercicio, hay su arte.” (San Cipriano, lib. II, epístola II.)

Entre agora otro hablando doctamente en metáfora del trigo molido aplicado al martirio que deseaba, lugar culta y piadosamente dispuesto: Sinite me feris esse cibum, quasum ope, Deo frui possum. Frumentum Christi sum, et dentibus bestiarum molor, ut mundus panis Deo reperiar; magis blandimini feris, ut mihi sepulcrum fiant, et nihil corpore meo dimittant. Elegante metáfora: “Dejadme ser manjar a las fieras; con ayuda suya pienso gozar de Dios. Trigo soy de Cristo; las muelas de las bestias me muelan, para que yo sea a los ojos de Dios blanco candeal; lisonjead a las fieras para que arremetiendo a mí, despedazado me coman, y su vientre sea mi sepulcro.” (San Ignacio, epístola XII.)

Diga otro tras éste lo bien que siente de la copiosa limosna que hizo a los pobres en Roma un santo amigo suyo, Alecio: Quam bono tunc urbs nostra tumultu fremebat, cum tu misericordiae viscera reficiendis et operiendis pauperibus effundens pallida esurientium corpora reformares, aridas sitientium fauces rigares, tremula algentium membra vestires, et omnium consona in Dei benedictionem ora reserares: “¡Qué balamido, y qué buen balamido resonaba por toda nuestra ciudad, cuando tú, derramando las entrañas de misericordia en apacentar y vestir a los pobres, los pálidos cuerpos de los hambrientos reformabas, las secas gargantas de los sedientos regabas, los trémulos miembros de los desnudos vestías, y las bocas de todos abrías en gloria y alabanza de Dios, todas conformes!” (San Paulino, obispo de Nola, epístola XXXIII.)

Otra autoridad, si breve, no menos valiente. Habla este autor de la anunciación de la Virgen nuestra Señora: Ubi audivit hoc Maria, non quasi incredula de oraculo, nec quasi incerta de nuntio, nec quasi dubitans de exemplo, sed quasi laeta pro voto, religiosa pro officio, festina prae gaudio in montana perrexit. Quo enim jam Deo plena, nisi ad superiora cum festinatione contenderet? nescit tarda molimina Sancti Spiritus gratia. Bien trabajado y cultivado pensamiento: “Cuando esto oyó María al ángel, no como incrédula del oráculo, ni como incierta del embajador, ni como dudosa del ejemplo, sino como alegre por el voto, religiosa por el oficio,. apresurada de contento caminó por la montaña. Porque la que ya estaba llena de Dios, ¿dónde había de ir aprisa sino a las alturas? No sabe de tardanzas la gracia del Espíritu Santo”. (San Ambrosio, obispo, lib. II, in Lucam.)

Autorice nuestro intento otro gravísimo doctor de la Iglesia. Oid: Duas vitas sibi divinitus praedicatas et commendatas novit Ecclesia: quarum una est in fide, altera in specie: una in tempore peregrinationis, altera in aeternitate mansionis: una in labore, altera in requie: una in via, altera in patria: una in opere actionis, altera in mercede comtemplationis: una declinat à malo et facit bonum, altera nullum habet à quo declinet malum; et magnum habet, quo perfruatur, bonum: una cum hoste pugnat, altera sine hoste regnat. ¿Hay agudeza tan elegante?, ¿hay elegancia tan aguda? “Dos vidas —dice— reconoce predicadas y alabadas de sí divinamente la Iglesia. La una de ellas está en la fe, la otra en la especie; la una en el tiempo de peregrinación, la otra en eternidad de mansión; la una en trabajo, la otra en descanso; la una en camino, la otra en patria; la una en obra de acción, la otra en paga de contemplación; la una se aparta del mal y hace bien, la otra no tiene mal de que apartarse, y que gozar gran bien; la una pelea con enemigo, lo otra sin enemigo reina.” (San Augustín, obispo, en el tratado (CXXIV in Joannem.)

Oidme otra autoridad, que es de san León, papa, sermón IX De Nativitate Domini, y con ésta concluyo: Excedit quidem, dilectissimi, multumque supereminet humani eloquii facultatem divini operis magnitudo: et inde oritur difficultas fandi, unde adest ratio non tacendi: quia in Christo Jesu Filio Dei non solum ad divinam essentiam, sed etiam ad humanam spectat naturam, quod dictum est per prophetam: Generationem ejus quis enarrabit? Utramque enim substantiam in unam convenisse personam, nisi fides credat, sermo non explicat; et ideo numquam materia deficit laudis, quia numquam sufficit copia laudatoris: “Excede, oh carísimos, y sobrepuja a la capacidad del lenguaje humano, la grandeza de la obra divina; y de allí nace la dificultad de hablar, de donde está la razón de no callar; porque en Cristo Jesú, hijo de Dios, no solamente pertenece a la divina esencia, mas a la naturaleza humana, lo que dijo el profeta: Generationem ejus quis enarrabit? Porque la una y la otra sustancia haberse juntado en una persona, si la fe no lo cree, la lengua no lo explica; y así nunca falta materia de alabanza, porque nunca hay harta suficiencia en quien alaba.” ¿Puede subir más alto el entendimiento humano? ¿Puede la elocuencia tener más gala, más ornato, más artificio?

Esto es estilo grave y magnifico cual lo pide el púlpito; pero los desvanecimientos de los que llamáis cultos son risa del pueblo y endechas de la religión cristiana. Oid lo que dijo un culto: Libra cédulas de agua en bancos de piedra el capitán de Israel, insigne por los rayos de su cornudo rostro. Gallarda vanidad por cierto, para decir que Moisés sacó agua de una piedra. Y otro culto, tan loco como éste, dijo: En este monte, abotonado de riscos, cuyos árboles parecían estafermos del aire, el primer viviente cometió aquel archiinsulto que perdió al género humano. Todo esto diz que quiere decir que Adán pecó en el paraíso. ¡Oh culticias abominables!, ¡oh frenéticos predicadores, indignos del púlpito venerable! Otro dijo al tono de los pasados, para significar el castigo que Dios hizo en los Egipcios en el mar Bermejo: Quedaron sumergidos en el Leteo del olvido los que para mausoleos de inmortal memoria sacó la diestra del altísimo, como ojos al margen del mar Rojo para eternas notas de sus protervas, si antidivinas, emulaciones. A tales predicadores privación de oficio: Mordaza era a la gruta de su boca.

Ea, acabémonos de desengañar y creer que no es decente a la grandeza del púlpito el lenguaje que llaman culto ni el inculto, sino, al contrario, que debe el predicador estudiar la frasis selecta y escogida, apacible al oído, honesta y casta, no licenciosa, no grosera y rústica, no descomedida, no malsonante, no ridícula y bufona, no rancia, no traída del otro siglo a éste en que florece la lengua castellana. Y si bien en los predicadores viejos es razón reverenciar las canas de su lenguaje, dejen ellos también que los modernos gocen de su tiempo, que la gala es propria de los mozos; fuera de que hoy se levantan sujetos tan serafines, que se trasmontan adonde la corta vista de los viejos no los podrá alcanzar, aunque más enarque las cejas.

Dios guarde a v. m., etc. Murcia y Mayo 2
Cartas filológicas, 1634

Francisco Cascales