La familia Tarlant hace alguno de mis champagnes preferidos, entre ellos el Zéro Dosage y el Rosé Zéro Dosage. Pero si me tuviera que quedar con qué representa la tradición de la familia en ese territorio privilegiado de placer que es el valle del Marne, sin duda elegiría La Vigne d'Antan. El chardonnay de este vino procede de un viñedo prefiloxérico (plantado, pues, en pie franco sobre un suelo arenoso, el viñedo, en Oeully, se llama "Les sables"!) hace más de 100 años, fue vendimiado el 29 de septiembre de 2000 y fermentó en barricas de cuarto año de roble francés durante cuatro semanas, en las que permaneció hasta mayo de 2001. La toma de espuma posterior (se trata de un Extra-Brut que apenas tiene 2 gr/L de azúcar residual, imperceptibles en mi opinión) y el posterior envejecimiento del champagne en la bodega llevó a un primer degüelle manual en septiembre de 2007 y a un segundo degüelle, el de mi botella, el 1 de marzo de 2010. Desconozco si hay más degüelles. Para un champagne de tan largo envejecimiento, que no ha hecho la fermentación maloláctica (hablamos de dos, pero muchos champagnes tienen tres fermentaciones...), un largo reposo tras el degüelle es conveniente. En mi práctica, a partir de dos años puedes encontrar ya un vino en estado óptimo.
Con cuatro años largos (esta botella fue mi segundo vino el día de Sant Joan) te la puedes jugar un poco si no has controlado las condiciones de guarda. Compré la botella a un buen precio con unos buenos profesionales. Y acerté. Vaya si acerté. Es uno de los champagnes que más placer me ha dado en los últimos tiempos. Servido a una temperatura sobre los 8-10ºC y abierta la botella una hora antes de empezar a beberla (sin decantación), los primeros aromas son de manzana al horno y de mantequilla algo salada. Increíble profundidad ya en nariz. Se me antoja único incluso antes de empezar a beber. Levaduras de Paris, frescas y recién estrujadas. Fruta escarchada (naranja). Flor de camomila seca. Brioche de la Bretaña, fresco y esponjoso. Corteza de lima-limón. Perfecta combinación entre madurez, frescura y acidez. Un vino profundo, intenso, que llena todo y llega hasta el fondo de tus sensaciones. Un vino que, sin más, justificaría (si hiciera falta...) la existencia de un apellido y la tradición de una gran casa de vinos, Tarlant. Con esta generación seguimos en muy buenas manos.