En éstos difíciles y duros meses, momentos complicados que nos ha tocado vivir pienso que todos tenemos días malos. A veces motivadas por los problemas derivados de la situación actual, laborales, económicas, otras incluso por motivos personales que igual se crecen y engrandecen por la extraña, dura e inesperada pandemia mundial.
Pero independientemente de ello, hay que procurar ser positivos, ser felices, buscar pequeños detalles que hagan grandes los momentos, el día a día. No podemos olvidar que la felicidad es una actitud, que no depende del entorno, sino de lo que tenemos o nos ocurre y de cómo gestionamos todo ello. La felicidad no es la meta, es el camino.
Y uno de ésos caminos para mí es la cocina, no por el hecho de alimentarnos, también para quién realizo ésa actividad denominada cocinar y lo que es mejor aún, si lo realizo con quien quiero. Cómo ocurrió con ésta dulzura de pastel...
Voy dándole instrucciones como si él fuera mi ayudante: la amasadora en ésa puerta la que da a la mesa; la harina para los bizcochos que está en la parte más alta de la despensa, sí, ése tarro en la última estantería. Ponle papel de hornear a la base del molde. ¡¡ No !! deja, que así no es, ya voy yo. Y él, con toda la paciencia del mundo me escucha, me atiende, me ayuda, me acompaña….
Vamos siguiendo los pasos y las instrucciones de uno de mis libros de repostería (111 pasteles con la misma masa de Greta Jasen ). Unas veces leídas por mí, otras escuchando como me las lee mi marido y así pasamos la tarde, felices, divertidos, riéndonos, amasando, montando la nata, rectificando detalles a nuestro propio gusto, hablando, compartiendo, mientras degustamos una copa de vino.
Hasta que finalmente la mezcla entra en el horno y mi cocina se inunda de un delicioso y dulce aroma a pastel, a almendras fritas, a piel de naranja caramelizada que impregna sin darnos cuenta nuestro corazón. Es la receta de un momento de felicidad.
Por cierto, si buscan en la RAE qué significa la palabra “felicidad”, encontrarán que su definición viene a ser algo parecido a esto: “Estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno”
Y yo añado que es compartir momentos con quien quiero, hacer éste pastel y disfrutar de lo buenísimo que está; les aseguro que esto es felicidad.
INGREDIENTES:
3 naranjas, 4 huevos XXL, 180 grms. de mantequilla, 200 grms. de azúcar, una cucharadita pequeña (como de café) de sal, 200 grms. de harina, 1 sobre de levadura (especial para bizcocho), 150 grms. de almendra molida.
Para decorar:
cuatro cucharadas soperas de triple seco (licor de naranja) y cuatro cucharadas soperas de zumo de naranja, 20 almendras fritas, 1 bote de nata especial para montar 200 ml. (debe contener un mínimo de un 35% de materia grasa), 75 grms. de azúcar, la piel de una naranja rallada, dos cucharadas soperas de azúcar, un vaso mediano de agua, 20 almendras y aceite de oliva virgen extra.
LOS PASOS A SEGUIR:
Meter en el frigorífico la nata para montar y un recipiente metálico donde realizar la nata montada (tienen que estar muy frios, por lo que aconsejo un mínimo de una hora)
Precalentar el horno a 190º C (calor arriba y abajo). Forrar la base del molde con papel de hornear (papel vegetal) y untar los lados con mantequilla.
Separar las yemas de los huevos de las claras. Reservar las yemas y montar las claras a punto de nieve, una vez terminado el proceso guardar en el frigorífico.
En un cuenco echar las yemas con el azúcar, un poco de zumo y batir hasta obtener una crema lo más fina posible. Incorporar la almendra molida, continuar batiendo y echar la ralladura de la naranja, el resto del zumo y la sal.
Sacar el cuenco del frigorífico y la nata (agitar bien el bote a fin de que se reparte el propio estabilizante natural que ya contiene la nata). Echar la anta en el cuenco y batirla con unas varillas, primero a velocidad media y después ir subiendo poco a poco la velocidad de la batidora.
Cuando la nata esté semi-montada, es decir cuando comience a parecer una crema ir agregando el azúcar en forma de lluvia a fin de que la nata no se baje continuando batiendo unos segundos a fin de que se integre el azúcar, con cuidado de no pasarse de tiempo al batir a fin de que la nata no se convierta en mantequilla.