Ayer terminó oficialmente la Navidad para los cristianos, con la celebración del bautizo de Jesús. Volvemos a nuestra rutina diaria no sin cierta alegría, todo sea dicho de paso. Para nosotras, el día de Reyes ha sido el más agradable de todo este periodo navideño tan peculiar... La falta de contacto familiar se ha hecho sentir, así que, al menos, el estar con nuestros hijos en un día tan ilusionante para ellos, ha permitido un poco de estabilidad emocional. Puede parecer superficial nuestra apreciación, por lo comercial que se ha vuelto el día de la Epifanía, pero si bien los gastos de estas fechas son superiores a lo normal, también hemos hecho un esfuerzo durante el año para ofrecer a los nuestros presentes que, en la mayoría de los casos, eran necesarios. No es cuestión tanto de dinero, como de "comerse la cabeza" en pensar cuál es el mejor obsequio para el ser querido. Una de nosotras ha recibido de sus hijos algo que nada tiene de costoso y que, sin embargo, ha dado en el clavo con el gusto de su progenitora. Una preciosa taza de animales para su colección. ¿Qué más puede pedir sin que merme el ya bastante escaso capital de sus vástagos?
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Aprendemos a valorar las cosas en su justa medida, sobre todo en tiempos de tanta fatalidad. ¿Qué regalo, por ínfimo que sea, os ha causado más impresión?