¿Te acuerdas de tus pies?

Por Suplments @suplments

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Los pies son probablemente la zona más descuidada en las rutinas diarias de cuidado personal. Son resistentes, y normalmente no dan más problemas que las rozaduras del calzado, recalentamiento o irritaciones leves, pero si no se cuidan día a día pueden acabar reclamando nuestra atención en forma de durezas o afecciones dolorosas como callos y juanetes.

Durante el invierno los pies están cubiertos y “encerrados en el calzado”. Estas condiciones en cierto modo asfixian la piel, que responderá formando engrosamientos y adquiriendo color amarillento. En los cambios de estación se da con frecuencia la situación de llevar el calzado inadecuado por cambios de temperatura inesperados. Un calzado cerrado en días calurosos hará que haya una sudoración excesiva del pie, con el consiguiente riesgo de infección y de generar olores desagradables, y llevar sandalias en días fríos resecará la piel y la hará más sensible a rozaduras y lesiones. El verano es sin duda una estación dura para el pie, expuesto continuamente a la sequedad del aire, la arena y la sal y a los hongos que se encuentran en la humedad de piscinas y duchas.

Los pies reciben la sangre, con los nutrientes y oxígeno que necesitan, a través de los capilares, pequeños vasos sanguíneos que son muy susceptibles a los cambios de temperatura y al deterioro que factores como el tabaco, la diabetes o el exceso de colesterol y grasas en sangre provoca en las paredes vasculares. La bajas temperaturas contraen los capilares que riegan los pies, la zona queda sin riego sanguíneo y se dan síntomas de frío y entumecimiento. El calor provoca dilatación de la pared vascular, el líquido no retorna de forma dinámica y se acumula en pies, tobillo y piernas. La pared vascular dañada se vuelve dura, poco elástica, y progresivamente se va disminuyendo el aporte de sangre a la zona, con riesgo incluso de muerte de los tejidos si no se trata a tiempo.

Algunos cuidados básicos para los pies

· Lavar los pies a diario. Mantener una buena higiene en los pies, aunque no se haya sudado, es esencial para prevenir infecciones. Se han de lavar bien los tobillos, las plantas, las uñas y los espacios entre los dedos.

· Secar bien los pies tras su lavado. Se ha de prestar especial importancia a los espacios entre los dedos, ya que la humedad acumulada en esta zona, junto con el calor, favorece la infección por hongos y bacterias.

· Hidratar la piel tras cada lavado. Una buena hidratación evita la aparición de grietas y durezas, pero también hace la piel más resistente al frío y a la fricción.

· Exfoliar la piel con regularidad. La exfoliación retira células muertas y favorece la oxigenación de la piel.

· Aplicar un desodorante especial de pies en casos de sudoración excesiva. Los desodorantes evitarán que se acumule el sudor, causante de olores y que hace la zona más susceptible a las infecciones.

· Masajear los pies para favorecer el riego sanguíneo. se pueden hacer masajes con el producto exfoliante o también con cremas refrescantes, que normalmente contiene sustancias relajantes y/o con efecto balsámico.

· Reforzar los capilares. Evitar los factores que aceleran el deterioro de la pared capilar es el primer paso a dar en este aspecto, pero si aún así no es suficiente para atenuar los síntomas, se puede optar por suplemetar la dieta con nutrientes que favorecen una buena circulación. Extractos de vegetales como el rusco, el ginkgo biloba, la centella asiática, el castaño de indias o la pepita de uva están especialmente indicados en estos casos. También se recomiendan antioxidantes como los combinados de bioflavonoides y vitamina C, el resveratrol o la vitamina E entre otros.