Tecnologías de la realidad. Apuntes sobre William Gibson

Por Lasnuevemusas @semanario9musas
La fantasía transhumanista propone una nueva metamorfosis, un monstruo estupendo que emerge de un hombre aniquilado sobre el piso en medio de un resplandor incomprensible.

Un mundo de ojos espejados, de conexiones neuronales a límpidas consolas, una entrada a callejuelas que persisten, pero que en realidad no están, un lugar de pulmones y riñones intercambiables, de generaciones de familias que se criocongelan para conservar su poder, un mundo donde ya no existen los caballos.

La verdad por la razón y la experiencia son meras alternativas. La conciencia no es un anclaje de realidad, su sustancia es la representación de otra representación: un espacio de códigos binarios. La integración de la ciencia a la experiencia cotidiana ha cambiado las formas de percepción. El triunfo del simulacro, como predijera Baudrillard.

En el capítulo II de 'Neuromante' se lee: "El ciberespacio. Una alucinación consensual experimentada diariamente por billones de legítimos operadores, en todas las naciones, por niños a quienes se enseña altos conceptos matemáticos... Una representación gráfica de la información abstraída de los bancos de todos los ordenadores del sistema humano. Una complejidad inimaginable. Líneas de luz clasificadas en el no-espacio de la mente, conglomerado y constelaciones de información. Como las luces de una ciudad que se aleja ".

Acompañar esta definición en la actualidad de sorpresa y desasosiego por el porvenir, comportaría un gran absurdo, pero tratar de comprenderlo en las últimas décadas del siglo XX, más precisamente en 1984, no deja de ser una operación de la imaginación original que va más allá de cualquier presunción simbólica. El autor de estas palabras no es otro que William Gibson quien tres años antes de la publicación de Neuromante había pronunciado esta rareza conceptual en Quemando cromo donde dos vaqueros (hackers) planifican el desfalco a una cuenta bancaria en un entorno virtual. Pero su novela es más que una aproximación lúcida al futuro, es el fin de la conciencia como prerrogativa en la percepción de la realidad. Las posibilidades fenomenológicas estallan en el texto. La mente como butaca de la conciencia es el espacio donde se configuran los procesos psíquicos, oleadas de información sensorial, el surgimiento de la emoción, la organización del pensamiento, la experiencia del mundo, pero también una visión del presente y el futuro. Sin embargo, en Neuromante impera la hiperrealidad. Los personajes no son meros jugadores en un plano virtual que recorren subterráneos paraísos de oscuras líneas geométricas similares a los antiguos videojuegos de la década de los ochenta, sino que proyectan sus conciencias al ciberespacio e ingresan a partir de implantes neuronales. Sus cuerpos experimentan la navegación en flujos de información infinita. Como en toda distopía la evolución tecnológica comporta un deterioro en los valores humanos, una decadencia de los modos de vida fuera de la virtualidad, como el Ensanche o Sprawl, un conglomerado urbano con un "envenenado cielo de plata" donde las habitaciones de hotel son cápsulas, las camas ataúdes, y la ciudad entera se sumerge en el tráfico de software, y el espionaje de las megacorporaciones.

Situada en Chiba City, un Japón futurista de hologramas comerciales que recuerda a la reciente Blade Runner 2049, la novela inaugura la matriz, anticipa la obsesión por la conexión permanente, el apogeo del no-lugar, la transición de la biología a la postbiología, la autonomía de las IA, las exóticas y descabelladas potencialidades de la ingeniería genética que nos enfrenta a la amonestación en la advertencia de Stephen Hawking acerca de los "seres diseñados". La prolongación de la vida o en términos de Eco, la inmortalidad como duplicación.

Su personaje principal es Case, un vaquero adicto al ciberespacio quien fuera dañado por su antiguo jefe en su sistema nervioso, razón por la que no puede entrar en la realidad virtual. Molly, una posthumana con habilidades de samurái y guardaespaldas del extraño Armitage le devolverán el enlace neuronal bajo ciertas condiciones. Neuromante es un texto que pertenece al Cyberpunk, subgénero de la literatura de ciencia ficción, y forma parte de una trilogía: (1986) y Mona Lisa acelerada (1988).

William Gibson tiene grandes cualidades narrativas, su futurismo digital abunda en neologismos de una prosa que no renuncia a la agudeza ni a la sensibilidad.

Valen la pena mencionar sus diez relatos de Quemando cromo donde aparece Johnny Mnemónico, encarnado en 1995 en cine por Keanu Reeves.

William Gibson nació en 1948 en Carolina del sur, con Neuromancer ganó los prestigiosos premios Nébula, Philip K. Dick y Hugo. En el 2008 a propósito de la reedición de Labyrinths de J. L. Borges, podemos encontrarnos en su introducción con un Gibson temprano lector de Tlön, 'Uqbar','Orbis Tertius' que reconoce al relato como una fábula sobre información pura. Su última novela traducida, ' Historia cero ' (2012), transcurre en el presente y se introduce en la industria de la moda a la que considera también una industria de la información.

Interpelado acerca de la visión profética de la literatura de ciencia ficción, y de la suya en particular, ha preferido denunciar la propia obsolescencia de esas visiones ante el vértigo ininterrumpido del presente: "Confundimos la capacidad de reconocer lo extraño del momento actual (el futuro que ha llegado) con una especie de videncia del futuro. Yo no soy un vidente, sino alguien que sabe mirar lo extraño de la existencia".

Desde el sur del Sur escribe Adriana Greco

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