Telerealidad

Por Rferrari @saludigital

Ex-qué harías por tus hijos?” (Telecinco) y “Adan & Eva (Cuatro), son las últimas dos propuestas de la pantalla en el rubro reality show en España.

Cuando creíamos que todo había sido dicho sobre este formato después de la saga de Gran Hermano, Supervivientes, Operación Triunfo, La Caja Roja, Confianza Ciega y largo etc., surge esta nueva generación de telerrealidad que quiere dar un paso más y en la que “nada que esconder” se vuelve literal como todo producto posmodernista que se precie.

En “Adan & Eva (Adan looking for Eve- según el programa holandés original) dos solteros -heterosexuales claro, pero todo se andará- buscan su media naranja en una isla tropical, totalmente desnudos y en “EX que harías….”(un programa de origen israelí) varias parejas divorciadas con hijos,  vuelven a unirse en una particular visión de la co-parentalidad, dirigida a ganar unos dinerillos para sus vástagos. Por el camino no se ahorrarán espacios de recriminaciones mutuas y frustraciones pendientes, que intentarán dejar de lado cada vez que deban enfrentar unas de las pruebas típicas  de este tipo de formato, para continuar participando o ser descalificados.

En una playa paradisíaca, un hombre y una mujer caminan al encuentro totalmente desnudos, la pareja ha sido elegida según sus preferencias expresadas previamente; tendrán que sobrevivir buscando su comida durante el día, mientras se abrazan en la noche compartiendo calor humano; al segundo día aparecerá el tercero, instalando un triángulo que algún psicoanalista no dudaría en denominar “edípico” y la batalla por el amor y la aceptación estará servida.

Pero, como el programa se emite en prime time pocas tentaciones sexuales son viables, por eso después de la “novedad” de ver al desnudo a dos seres humanos que tienen poco que decirse, el programa aburre. En Holanda, el show obtuvo 850.000 espectadores en las primeras semanas; al final de la temporada había perdido la mitad de sus televidentes…y eso que allí nada se pixela.-

¿Por qué nos fascina tanto asistir a la terrible realidad de gente que no conocemos y a la que vemos en situaciones poco creíbles mientras  nos convencen de que no se trata de un producto de ficción? ¿Se puede influenciar al público a través de la telerrealidad? ¿Podemos pensar en una versión “didáctica” de los reality-shows para tratar temas sociales? ¿Qué es lo que nos mantiene pegados semana tras semanas a las aventuras de cantantes, chefs o peluqueras de barrio?

Seguramente hay diversas respuestas para estas preguntas, algunas sociológicas, otras culturales, otras puramente relacionadas con la psicología.

Las conclusiones más aceptadas hablan de la necesidad humana de conectarse, de ser parte de la manada; asistir a la experiencia de ser rechazado activaría nuestra pena por nosotros mismos, la otra cara es el pensamiento de “por lo menos no soy tan patético como ese” que sería una inyección de autoestima.Nada!, que se trataría de un ejercicio de plasticidad cerebral como diría algún neurocientífico.

En un artículo publicado en el  Media Psychology Journal-una revista de divulgación de investigación en el campo de la psicología y los medios- Lemi Baruh, un psicólogo de origen turco, comunicó los resultados de una investigación cuyo objetivo era detectar predictores de rasgos de personalidad que permitieran adelantar qué tipo de persona ve los reality -shows.

En teoría, la gente que se divierte viendo los entretelones de situaciones que, en general, se mantienen ocultas, como conversaciones privadas de parejas o encuentros íntimos,  debiera tener desarrollado su lado voyeur. Baruh distingue dos tipos de voyeurismo, uno más ligado a la psicopatología y poco interesado en realities, en el que lo central es observar sin ser observado y en donde el goce reside en el poder sobre el otro que no sabe qué es lo que está sucediendo y un segundo tipo , consumidor habitual de telerrealidad, en el que se nota un interés por aprovechar la oportunidad de compararse con otras personas en circunstancias que les gustaría experimentar. En este caso, lo esencial es el mecanismo de proyección.

Para este grupo, estos shows estarían satisfaciendo una necesidad de asomarse a los secretos de la vida de la gente que participa en ellos y sobre todo ejercitar una mirada en la que es posible adivinar un matiz casi sádico; porque se trata del interés que despierta  aquel que es abandonado, criticado, expuesto a la valoración ajena hasta el límite. Cuanto más conflicto, más discusiones airadas, más charla entre “amigas” para desnudar los horrores de una convivencia frustrada o más descalificación tácita por un físico poco agraciado más fascinación y más enganche.

Posiblemente, no se trate sólo de tendencias voyeuristas, sino de la necesidad que todos tenemos de buscar modelos que confirmen nuestras fantasías.

El escapismo que provee la TV, tanto en productos de ficción como en telerrealidad, ha sido tema de infinidad de análisis. La pregunta es si no estamos rizando el rizo de lo obvio queriendo ver en estos realities algo más que “comida basura” audiovisual. Son simplemente productos de difusión masiva, hechos para públicos  que, aunque disímiles culturalmente, comparten valores y problemáticas comunes en el, hasta hace poco, denominado “primer mundo”.

Hay mucha información social circulando en este tipo de programas y de la misma forma que en ellos se suelen reforzar prejuicios y estereotipos de género o actitudes materialistas, también sería posible transmitir mensajes más esperanzadores.

Pero, si se pretende resaltar  la importancia de mantener el vínculo familiar más allá de la pareja que se divorcia o señalar la necesidad de superar las barreras del aislamiento afectivo que ha llegado al límite de simplemente necesitar un abrazo-en la más completa desnudez-, estos programas no puede ser una alternativa válida.

¿Por qué no?, porque-como decía Freud- “ a veces un puro es solamente un puro” y a veces un reality es solamente un reality.

En todo caso, quizás solo se trate de buscar canalizar ese interés por la vida de los otros en espacios en 3D ; hay cantidad de dramas reales ahí afuera capaces de atrapar nuestra mente y nuestras emociones y a la espera de que nos animemos a hacer algo que nos transforme en protagonistas. Mirar TV es una forma socialmente aceptada de diversión, en este contexto hay productos buenos, mediocres o malos. Aprender a reconocer la diferencia es el reto que se nos presenta cada vez que le damos al mando a distancia.-


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