El guión, que no escapa a los lineamientos del giallo, es una mezcla de dualidades psicológicas, venganza y moralismo artístico, en el que prima la violencia como acto absurdo del mundo. Argento, hace un giallo en toda su esencia, mujeres bellas asesinadas de forma coreográfica, huecos narrativos y resoluciones sin sentido, minitramas que son un engaño pero sin llegar al nivel de los mcguffins, y un misogéno sentido estético, que se traduce tanto en el personaje principal como en los asesinatos.
Aunque no hay mucho que consolidar en esta obra, cabe destacar esos planos detalles de las manos enguantadas del asesino, las muertes estilizadas y esos recuerdos, que tienen un aire fellinesco; de resto, ni los factores sorpresa, ni el fallido humor del detective o hasta las bellas actrices, salvan a esta obra, que se pasa de absurda e incoherente. Si bien, no es una película que se pueda recomendar, y es la película que menos me ha gustado de Argento, tampoco se puede negar que así son los parámetros de este subgénero, pero el uso de una fotografía plana, muy cercana al cine de detectives que se hacía en Italia, así como el drástico giro narrativo de la obra y del mismo asesino, y la desconexión entre géneros, del serial killer al cine de venganza, le restan aún más, a una obra, que igualmente no fue muy bien recibida en su momento, aún por sus seguidores más fieles.