Una de las mayores singularidades del Priorat es, también, una de sus mayores riquezas: la diversidad de suelos, de alturas, de orientaciones de los viñedos combinada con la riqueza de variedades de uva plantadas en ellos, hace que las posibilidades al alcance del viticultor avisado sean casi infinitas. Una garnacha tinta típica de esta DOQ plantada a 350 msnm sobre una llicorella ferruginosa tendrá muy poco que ver con otra plantada a más de 700 msnm sobre suelo de arcillas rojas, cantos rodados y sedimentos marinos. Y ambas son Priorat auténtico. Ésta es una de las cosas que más me gusta de la zona: la capacidad de sorprenderme que sus tierras, uvas y viticultores jamás agotarán.
A nivel de gustos, ya se sabe, no hay nada escrito, pero confieso que uno de los sitios donde mejor percibo una parte del alma de esta tierra es en las alturas. Cuenta la leyenda que los cartujos encontraron esas alturas gracias a unas escaleras. Yo, que creo en otros dioses menores, me conformo con los viñedos altos del Priorat y confieso que las garnachas de Les Manyes, de Masdeu, de Sant Antoni me dan unos aires entre la solemnidad, la rotundidad y la sencillez, que me enamoran. Por supuesto: hay otras garnachas de altura en los montes centrales de la DOQ que me gustan mucho, pero éstas me parecen sublimes...
Les Manyes 2013, 13,5%, de Terroir al Límit. Donde la infusión parece, casi, extracción. El poder de la tierra y de la uva en esta añada se manifiesta más a través del suelo y de la vinificación que de la sutileza de la fruta. En octubre de 2013, claro...porque éste es de los vinos que irá mejorando con los años, muchos años... Cae en la copa como las lágrimas de María en la Piedad de Miguel Ángel lo hacen sobre el cuerpo del hijo muerto: suavidad, ritmo, cadencia, sentimiento. Es un vino de culto. Noche en el monte bajo las estrellas, avanza el otoño. El recuerdo de la brasa en el hogar, sí, pero el espectador no pierde su puesto seducido por un cielo puro, cautivado por los aromas frescos del monte, la arcilla roja tras la lluvia... Majestuoso y lento: el vuelo del aguilucho sobre el Montsant. Intenso: la oscuridad e intensidad de la cueva del ermitaño. Sencillo: manojo de hierbas del campo sobre una mesa de madera en la cocina. Puro y fuerte: crines de caballo percherón al trote. Redondo y limpio: el globo aerostático se recorta sobre el cielo de enero. Un vino en las alturas.