TETRALOGÍA: LAS ESTACIONES de Manuel Villacieros Juliá

Por Susanabb
A Manuel en nuestro aniversario
River of tears - Eric Clapton
TETRALOGÍA: LAS ESTACIONES Manuel Villacieros Juliá
I. PRIMAVERA
Amanece…desde el llano reverdecidomiro a lo alto del cerroy encumbrándome en sus perfileshallo el horizonte opalino,solo rota su línea por el viejo caserón,- acogedor como un abrazo,-en la cumbre recortado,como moldeado en arcilla.
A la tibia sombra de los olmosse reiteran los misteriosdel renacer de las cosas, ajenas a la inconsciencia de las gentes, que, obstinadas,como acudiendo a un imperativo y burdo ritual, por siglos repetido, nacido de un propósito renovado,de luces y verdor recuperados,solo pueden mirar a un cieloeternizado en azul celeste,inexplicable su cálido resplandor, tan cercano a los diosescomo a los infiernos.
En la excitación de la noche,noche poblada de murmullos,y en su fondo mágico, rumoroso e irreal,las voces de los árboles,dando testimonio de lo posibleafirmaban poder traspasar el muro de las ideasy entre aromas de salvia y azaharalegres, bulliciosos y acunados por la luna,creímos lo imposible:- tal vez, algún día,cuando la razón desaparezca…-

II. VERANO
A lo largo del valle, el agobio;en el último de sus recodos,se oye el canto de los pájaros que, ocultos bajo pámpanos, apenas revolotean simulando falsa fiereza,sobre naturalezas muertasen busca del tímido aliento de una brisa que no existe.
En el silencio zumbante de moscas, abejas y grillos,un sol inmisericorde,casi demoníaco, golpea tan violento en la sementera cerealcomo en la roca calcárea, vaciando de humedades las entrañas de la tierra, agostando los cimientos,socavando las raíces del más mísero yerbajo;descifrando el hastío en los corazones implorantes.
La violencia implacable del estíoreverbera en las espigassemejando mareas en tierra, que insinúan su falso oleaje sobre una pleamar de trigos;quien sabe si…jugando a disfrazar el espejeante destello de las hocescon las intermitencias del ir y el venirde un multicolor desfile de pañuelos que parecen navegar,anudados a la frente del paisano.
En la amplitud de los cielosel vuelo solitario de la alondra,su tosco canto rompiendo el silencio de una pinada que siente acallada su voz,sedienta, anhelante de humedades,huérfana del alivio de los vientosy en las mil esquinas del sembradoel torso desnudo del labriego;la soledad y el sudor.

III. OTOÑO
El verano desfigura la ideay en la pronta llegada del otoñotodo parece más cierto que ayer,más cercano a la química del hombre.
En la calma de la lagunajunto al pequeño embarcaderolas aguas milenarias verdean al atardecer,aún risueñas, irisadas, de la débil luz solar.
Otro año en la labranza en el otoño renovado,repetido al pasado y a mil más, con el cielo plomizo recortándose sobre la línea de los montes;el mismo viento que golpea mi caraazota y abate los juncos que bordean la laguna;los presagios confirmados.
En el alba adormecidaun oro opaco se refleja en el tímido oleaje, recordando, en el verano agonizante, a los pistilos abiertos de las floresreclamando sus raciones de calor, o el mortecino relucir del anillo doblede la viuda más reciente del contorno.
En la campiña atardecidael labriego hastiado de veranosno ansía el regreso al caserío, esperará la caída de la nochey al amparo de la luna,jugueteando con las sombras, hará el camino de vuelta junto a la barquera del lago.
Ya en la aldea anochecidano se oye el silbo de los montes,ni corretean los rumores,ni se propagan los hechos;en el otoño de la aldea, - dicen, -se vive de sentimientos;y la música en sus calles es el gemido de los amantes.
En las miradas de sus gentesno queda curiosidad ni asombro,ni un presente de indefensos, ni un futuro en el invierno;tampoco viven los anhelos desprovistos de razones;apenas quedan esperanzas.
Rumores de hojas caídas,palidez de luces y lunas, tópicos de la estación;siluetas plateadas de lluviaserpentean los cristales de mi ventana,cuando un último y desvaído gesto de calor invade la laguna.

IV. INVIERNO
Así los blancos abedulesaislados en el páramo nevado,como los grandes pinos en la ladera del monte y vega abajo,se humillan azotados por un vientopunzante y agudo,tiritan, heridos por la gélida escarcha, brillantes, como hojas de acebo lavado.
Las flores de la manzanilla,jeroglífica alfombra de amarillentas estrellas,cuya remota apariencia estivalpuebla la árida cordillera invocando el misterio virgen,desmesurado, del invierno.
Así los habitantes de las aguascomo los que pueblan los aires, los que viajan con el vientoo los que anidan en las rocas,y aquellos que sobreviven a los hielos,a las lluvias y a los cierzos,invocan los misterios invierno, por igual.
Al explorar los recodos del vallepenetrando en el estrecho desfiladero,bajo techumbres de cielo añil,casi negro, en sus recias paredes hallo mil tristes indicios en la piedra descarnada,en el musgo húmedo,en los helechosy en los últimos retazos de hierbabuena; la huella ominosa de otras gentesde oblicua mirada,quienes, al abrigo del aliento invernaljustifican actos vacíos de esperanza.
El invierno, esa dama feroz que encierra los cuerposen un gris desvaído y pobre,deja caer los momentos,rotos, congelándolos en la memoria, colgándolos de cornisas imposibles,- la nieve en bola de vidrio, -momentos de cuerpos vencidos,huidos de hogares sin color;sin calor.
- Del poemario DE VIENTOS Y PRESAGIOS (2010)
Serie de oleos pintados por Camille Pissaro (1872). De arriba a abajo Primavera, Verano, Otoño e Invierno
Con Manuel en Lisboa - Otoño -