Si puedes soportar oír toda la verdad que has dicho,
tergiversada por malhechores para engañar a los necios.
O ver cómo se rompe todo lo que has creado en tu vida,
y agacharte para reconstruírlo con herramientas maltrechas.
Si puedes amontonar todo lo que has ganado
y arriesgarlo todo a un sólo lanzamiento;
y perderlo, y empezar de nuevo desde el principio
y no decir ni una palabra sobre tu pérdida.
Y aun así, cuando parece que ya no queda nada más que perder, en un momento de última lucidez recapacitas y te das cuenta que estás a punto de despedirte también, casi simultáneamente, del fruto de tu semen, de la piel y el corazón que acompaña la oscura intimidad de tus noches, y del vientre que te trajo a este mundo. Porque cuando los dioses que rigen caprichosamente la vida de los humanos eligen diana y arrojan sobre ella toda la cascada de circunstancias encaminadas a probarte como hombre, parece que lo hacen hasta saber con exactitud dónde están los límites humanos de la resistencia.
Se lo leí a Mishima en un relato breve en el que unos padres pierden a sus tres hijos en una aparentemente apacible jornada veraniega y lo mostró no hace mucho Spielberg en esa obra maestra del cine bélico que se llama salvad al soldado Ryan.
También me lo dijo una vez, meses antes de su despedida, mi abuelo materno, a quien siento, por cierto, estos días por aquí:
Ojalá nunca te tengas que enfrentar a todo el cúmulo de desgracias que seas capaz de soportar.
Luis Cercós (LC-Architects)
http://www.lc-architects.com/