No obstante, Una puerta que nunca encontréno sólo se detiene en la oquedad de una nación, sino que también es capaz de revisitar a ese niño perdido, que tan señalados nos dejó tanto como escritores como lectores. Esa pequeña obra maestra y, la sombra de la pérdida del hermano, es una de esas puertas que nunca se acaban encontrando, quizá, porque la muerte nunca tenga una escapatoria satisfactoria cuando quien se va es una persona amada. Al igual que ya nos ocurrió con Especulación, aquí también caemos en esa trampa lúcida de estilo narrativo al que Wolfe nos transporta, pues es muy difícil bajarse de ese tren que nunca se para y que siempre va en busca del horizonte; un horizonte al que, sin embargo, nunca somos capaces de acercarnos por más que lo intentemos, en una nueva metáfora de la búsqueda de lo imposible que sigue manteniéndonos vivos, quizá, porque la puerta del título de esta nouvelle, sea una metáfora de la búsqueda de la libertad y del encuentro del camino adecuado.
Ángel Silvelo Gabriel