Todo lo que no sabes sobre el dibujo infantil

Por Aguamarina Maribel Jiménez

Cuando un niño o niña hace un dibujo esto es algo que puede ocurrir fácilmente:

—¡Qué dibujo más bonito! ¿Qué es lo que estás dibujando?

El niño ve entonces interrumpido su momento de jugar con el trazo y con el color, mira al adulto (quizás sea su madre, su padre, su maestra,…) y puede que no sepa qué contestarle.

—¿Es un sol? ¡Qué sol más bonito! ¿Y esto es una casa? -insiste el adulto mostrando, por qué no decirlo, un forzado interés.

El niño entonces asiente, queriendo dejar al adulto contento, pues ha aprendido a sus tres años de edad que obtener el reconocimiento de los adultos le facilita la vida.

—Pero las casas tienen ventanas, ¿no crees que le falta alguna ventana? Mira, fíjate en esta casa del cuento, ¿ves? Tiene dos ventanas, son dos cuadrados, ¿sabes dibujarlos? (…)

La pérdida de las manifestaciones espontáneas

Y es así como, con la intrusión continua del adulto en su juego de dibujar, llega el día en que el niño corre raudo a mostrar su dibujo al adulto, porque espera recibir su atención y su reconocimiento, desea estar a la altura de sus expectativas.

Y cuando eso ocurre, podemos decir que ya hemos destrozado sus manifestaciones espontáneas, aunque suene a exageración, no lo es: hemos aniquilado su juego espontáneo con el trazo.

Esta situación que acabo de describir no es más que una situación cotidiana que cualquier niño/a  puede vivir en casa con sus padres, en el colegio, en una clase de extraescolares, en una ludoteca…

Y yo me pregunto, ¿qué estamos haciendo? ¡Dejemos a los niños dibujar y pintar tranquilos!

Un niño no dibuja para buscar el placer ajeno. El niño no crea, no genera una obra en el sentido artístico de la palabra,  tampoco dibuja para comunicar o para mostrarnos algo, sino que obedece a una inagotable necesidad interna determinada por su programa genético.

Insisto, el niño no dibuja para comunicar, no dibuja para mostrarnos algo, dibuja para crear un mundo que es suyo, solo suyo, libre.

Y cualquier intrusión externa por parte del adulto destruye este mundo del niño.

Y voy a explicarte por qué…

La obra de Arno Stern sobre el dibujo infantil

Hace unos meses que cayó en mis manos este libro de Arno Stern, sí, sí el padre de André Stern (a quien entrevistamos hace poquito en exclusiva para el blog), y tengo que decir que me dejó cautivada, alucinada, impresionada.

Desde entonces no he dejado de investigar su trabajo, escucharlo en ponencias filmadas que ha hecho por todo el mundo y puedo decir que una persona que lleva 70 años dedicándose a estudiar el dibujo infantil, que ha visto miles y miles de niños dibujando (de todas las culturas y razas), puede permitirse formular una teoría con una base para mí válida y fiable, que además ya se está estudiando y demostrando científicamente.

He sentido con él algo similar a lo que me ocurrió con Laura Gutman, quien lleva más de 40 años analizando historias de vida de miles de personas, y en base a su observación y a su trabajo de campo exhaustivo ha construido su metodología terapéutica.

Y es que cuando una y otra vez observas lo mismo, con diferentes personas, en diferentes lugares, en diferentes momentos, es cuando puedes formular una teoría, no como otros autores famosísimos que han creado teorías muy cuestionables como por ejemplo Freud y su psicoanálisis, quien apenas vio cuarenta pacientes en toda su vida.

Así que Arno Stern, después de estudiar y analizar miles de dibujos infantiles ha llegado a una conclusión: el niño dibuja movido por una necesidad interna que se rige por un código universal al que ha llamado la Formulación.

Y la Formulación no reproduce, no copia de la realidad, sino que sigue un código que es el mismo para todos los seres humanos.

Así, todos los niños de todos los tiempos comienzan dibujando las mismas figuras primarias, que no empiezan en el garabato sino en los torbellinos y en los punteados.

Pero educamos a los niños en la actitud de producir una obra bella merecedora de atención, y esto está aniquilando la Formulación. Es como si excaváramos en un yacimiento arqueológico sin saber los valiosos tesoros que allí se esconden.

Entendiendo la teoría de la Formulación

Si te interesa el dibujo infantil te recomiendo muchísimo que leas el libro de Arno, que además es fluido e ilustrado con muchos dibujos y fotografías, pero para ir adelantando, te voy a hacer un pequeño resumen de lo que es la Formulación.

La Formulación se alimenta de nuestra memoria orgánica.

La memoria orgánica es esa parte ignorada de nuestro pasado, donde guardamos recuerdos de nuestra primera infancia, incluso las experiencias, vivencias, sensaciones, sentimientos de nuestra vida prenatal (en el vientre de nuestra madre), que no desaparecen, sino que impregnan y se conservan en este depósito aparte.

Pues bien, el trazo del niño es una manifestación natural de esta memoria, es una forma de expresarla (casi la única),  y se desarrolla sin aportaciones externas, pues es un sistema autónomo y universal.

Las figuras primarias y los objetos-imágenes

Los trazos que hace el niño sobre el folio están en su pasado, más allá de su recuerdo, siguiendo un código genético que es el mismo para todos los seres humanos,  y esta es la forma que tiene para expresarlos.

Y así  el niño pequeño comienza trazando torbellinos y punteados, que repite y repite en un juego muy placentero, después la figura redonda y un día aparece la figura radial (la que enseguida llamamos “sol”) cuando el niño pequeño ha hecho tantas y tantas figuras redondas.

Y de ahí aparece la espina, que es su complemento, que es cuando se inicia trazando una recta horizontal y otra vertical que cruza.

Poco apoco van apareciendo otras figuras primarias: del torbellino a la gota, de la gota al triángulo, que es primo del cuadrado,… y así sucesivamente.

El niño juega mucho tiempo con las figuras primarias, ensaya con ellas todos los recursos, las crea, las descubre, a la vez que descubre y explora el mundo.

Cada descubrimiento le procura nuevos descubrimientos, y así crea su mundo.

Y cuando aparecen algunas figuras primarias como el triángulo, empiezan a aparecer los objeto-imágenes, porque el triángulo aparece en la casa, en el personaje, en el árbol, en el barco…

Pero estas decisiones de incluir el triángulo en un objeto, no son racionales, surgen de esa necesidad orgánica, siempre que dejemos que la formulación se manifieste, es así.

Tras leer el libro de Arno Stern, lo primero que hice fue revisar los dibujos guardados de Sunflower y quedé conmocionada, todas las figuras primarias que él describe en el libro, los fenómenos de la repetición, ¡todo lo podía observar!

La figura radial, la línea vertical y horizontal, las figuras redondas, el punteado…

¡Ay, el punteado, sus primeras creaciones fueron puntitos!

Cuando tenía apenas dos años y le ofrecí por primera vez un pincel solo hacía pequeños puntos con el color , y aquello me hizo tanta gracia que le compré un gran lienzo y cada día le daba un color diferente, y así aprendió el nombre de los colores y creó un cuadro increíble que tuve mucho tiempo colgado en mi consulta y ahora está en mi taller de hadas.

Pero luego pasó ese momento y empezó a jugar de otra manera, haciendo figuras redondas y torbellinos… Me parece fascinante.

¿Qué debe hacer el adulto ante un dibujo infantil?

Ante este descubrimiento, ¿cómo debe actuar entonces el adulto ante el dibujo de un niño? Estas son algunas recomendaciones de Stern que todos los adultos deberíamos conocer:

Respeto:

No impongamos nada al niño, pongámonos en concordancia a sus necesidades.

Eliminemos los juicios que emitimos sobre los dibujos:

Esto es algo que no hacemos normalmente cuando juegan de forma simbólica, ¿por qué con los dibujos sí?

¿O acaso le dirías a un niño que  juega a ser piloto delante de un ventilador algo como…?:

“Esto es un ventilador, sirve para mover el aire y enfriarlo. ¡Tú no eres un piloto! Para conducir un avión es necesario saber muchas cosas que tú todavía no puedes comprender.”

Entonces no juzguemos, ni interpretemos sus dibujos.

No pedirle que explique lo que ha dibujado:

Las típicas preguntas: ¿Qué has dibujado? ¿Qué es esto? ¿Qué has querido representar? ¿Es un árbol? ¿Una flor?

Muchas veces lo hacemos con buena intención, para demostrar nuestro interés sobre lo que están haciendo. Aunque para Arno es una excusa hipócrita y en realidad queremos mostrar al niño nuestra superioridad.

En todo caso esto arraiga la idea en el niño que el dibujo sirve para comunicar y aprende a dibujar como el adulto quiere.

Cambiar el “dibújame algo bonito” por “vamos a jugar a pintar”:

Porque si no, el niño, en lugar de jugar con el trazo y con el color, satisface la expectativa del adulto. El niño recibe que se dibuja para los demás, y puede estar bien o mal hecho.

Permanezcamos como acompañantes:

Seamos testigos de la Formulación, que es como una alubia que germina si encuentra las condiciones óptimas. Suprimamos todo aquello que perjudique el juego de pintar y dibujar, alentando el trazo natural, libre.

El juego de pintar debe ser libre, sin restricciones, con ausencia de tema y de comentarios y en buenas condiciones, es decir con buenos colores y materiales y en un espacio tranquilo, sin movimiento, sin ruidos, y si no tenemos acceso a buenos materiales, unos simples bolígrafos negros y folios blancos puede ser un inicio.

El mensaje de Arno Stern es claro: frustrar la Formulación de un niño/a, le marcará para toda la vida. Poder expresarla, permite que pueda desarrollar sus energías y transformarse en un ser equilibrado.

En otro post te hablaré del método de Arno para recuperar la Formulación en cualquier persona (niño o adulto) y te mostraré nuestra adaptación en casa. Mientras tanto, me encantará leer tus comentarios sobre esta teoría tan revolucionaria.

El adulto tiene el poder para destruir el juego espontáneo del niño. Y abusa de él, voluntaria o inconscientemente, con la idea de hacerlo por su propio bien. Y en cambio le causa un perjuicio, la mayoría de las veces irreparable. Los niños deberían tener el derecho de vivir la formulación en el juego de pintar. – Arno Stern

Aguamarina