Este monumento recupera una actitud profesional muy olvidada, cuyos antecedentes nos recuerdan a los grandes arquitectos del movimiento moderno, que como Gropius en una de sus primeras obras, el monumento a los caídos en Weimar, Le Corbusier en la tumba de su esposa o Mies Van der Rohe en el monumento a Rosa Luxemburgo, Acceden, a través del tema de los muertos, con gran soltura a la pura expresividad plástica, liberándose en parte de las duras e inevitables imposiciones de la lógica intrínseca al "métier" arquitectónico.
En la valla del cementerio que domina la población de Oyarzun se ha levantado un grueso muro de ladrillo recortado de una forma muy característica de frontón, y de dimensiones bastante parecidas a las habituales en estas edificaciones. la elección de esta forma para un monumento funerario -está dedicado a los caídos por la libertad de Euskadi- es de base más paisajística que simbólica, dada la frecuencia y comprobada eficacia monumental con que aparece a lo largo de todo este país; la eficacia a simbólica procede precisamente de este desplazamiento, del cambio de lectura a que obliga su nueva situación; para reforzarla se ha reducido a la parte frontal que es la más característica, eliminando otros elementos más anecdóticos.
Una gran abertura, precisamente en la parte donde más da la pelota,que incluso suele construirse de sillería en los frontones franceses, une el campo con el cementerio para acabar con la triste tradición impuesta por la iglesia de vallar todo el recinto.
Esta ventana, orientada hacia Francia, es también un abrazo a los que allí todavía luchan por los mismos motivos. Está cruzada por la línea metálica que separa en el juego, el espacio donde puede botar la pelota y donde se hace falta, que continúa por el suelo y sella la losa de la tumba, separando simbólicamente el bien y el mal. A un lado de esta línea, donde la pelota no debe botar, Manuel de Lekuona ha escrito:
Erriazi zioten Gorrotoz Il zinduten (en el odio al pueblo os mataron)Erriaren Gogoan bizi Zerate(En el recuerdo del pueblo estáis vivos)
La bandera, por ser un elemento simbólico tanto para los vivos como para los muertos, es el único elemento que puede cruzar la ventana entre ambos mundos. Cuando se realiza un monumento de este tipo, debe cuidarse mucho que la lectura del mismo a nivel simbólico sea clara y no quede escondida tras unas intenciones expresivas excesivamente personales.
Santiago Roqueta
Conversaciones (Blume,1979)
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