La ciudadanía permanece en las plazas. Lo que hace días parecía un colectivo de jóvenes desencantados hoy afianza su influencia abarcando todo abanico de edades y condiciones sociales.
La población de los distintos municipios sigue condenando al ostracismo todo intento de frustrar una conducta pacífica bajo el postulado de que el ejercicio de la deliberación popular "puede influir en la libertad de los votantes".
No somos antisistema, somos diversos, somos una comunidad heterogénea.
Al margen de lo evidente, es el sistema quien insiste en taparse los ojos, es el sistema el que intenta ofrecer resistencia al poder de las redes humanas. Los medios de extrema derecha vuelven a sacar imágenes de contexto y camuflar bajo eslóganes vacíos una explosión democrática sin precedentes. Pero el salto es global y las portadas ya son nuestras.
¿Y si no lo fueran? ¿Y si nos ignorara el oligopolio mediático?
No importaría, las verdaderas redes de información son nuestras armas.
Pase lo que pase, la noción de autosoberanía o al menos la conciencia comunitaria ha emergido del trabajo asambleario, de las comisiones, de la autopoiesis de un colectivo distribuido que puede mantenerse independientemente de la variación de los nodos humanos.
Anoche las plazas volvían a parecer un estado-red. Hoy siguen siéndolo, al menos en Madrid, y así lo muestra Sol TV. Y es que a pesar de que muchos nos alejamos temporalmente para continuar con la jornada laboral o académica, la estructura distribuida resiste.
Durante las horas que se alejen de los campamentos ayudarán a mantener el flujo de datos por las redes sociales, por los blogs y los e-groups. Twitter arde.
No existe un núcleo, el movimiento es no jerárquico, es distribuido. El ritmo de cambio y reorganización del movimiento es incalculable, la lluvia de propuestas es continua.
Profesores imparten sus clases en las plazas.
Cada minuto llegan nuevos nodos humanos. Y los que se han ido volverán al caer el sol.
Sol. Nuestro cluster geográfico, la "Plaza Solución", la "República del Sol".
La gente ya no cabe y se extiende por los alrededores. La indignación se ha convertido en ilusión.
Hay quien grita: ¡Vuestra Noche Vieja! ¡Nuestro Año Nuevo!
Diego