La victoria de Tomás Gómez sobre la candidata de Zapatero en las primarias socialistas madrileñas estaba cantada desde hace días. Si algo sorprende es la estrechez del resultado final (52% para Gómez, 48% para Trinidad Jiménez), dato que recuerda al "apaño" que allá por los años noventa se hizo tras las primarias en las que Josep Borrell barrió de modo abrumador al entonces candidato del aparato, Joaquín Almunia, cuando para no hacer sangre se pasteleó a posteriori un resultado entre ambos candidatos más ajustado del que realmente se había producido.
Tomás Gómez ha sido lo suficientemente inteligente y hábil como para recoger y organizar el voto de los socialistas madrileños descontentos o agraviados por el zapaterismo, y darle desde el principio un sesgo de izquierdas a su campaña, plantando cara a una eximia representante de la "gente guapa" del PSOE, a la que ha desnudado en público mitin tras mitin. Con todo, más que la campaña de Gómez, a Trinidad Jiménez le ha perjudicado su imagen frívola, inconsistente e imbricada con los sectores más pijos del "progresismo" oficialista, en los que la derrotada descolla en comandita con la señora Carmen Chacón como cabeza de una lucida colección de feministas de hojalata. Probablemente Gómez no sea en realidad más de izquierdas que doña Trinidad, pero sí ha sabido transmitir eficazmente que en esta batalla él asumía el papel de "offsider" salido de las bases y enfrentado al ataque conjunto de los tigres de papel del aparato del PSOE y de la selecta casa de muñecas monclovita. Además ha contado con el apoyo de veteranos inestimables, como su flamante jefe de campaña, Eduardo Sotillos, y el portavoz intelectual de la misma, Gregorio Peces-Barba, compañeros muy apreciados por la militancia de toda la vida. ¡Quién habría de decir que Peces-Barba llegaría a ser un referente de izquierdas en el PSOE!
Examinemos brevemente las consecuencias de lo ocurrido ayer.
En primer lugar y como sentenció anoche el ex presidente madrileño Joaquín Leguina con frase lapidaria, "se acabó la brigada paracaidista". Es decir, a partir de ahora a Zapatero y su corte les va a resultar cada vez más difícil parachutar candidatos en las listas del partido. La derrota de la "paracaidista" por excelencia (recuerden como la señora Jiménez desertó hace cuatro años de su puesto de cabeza de lista socialista en el ayuntamiento de Madrid, luego de ser vencida por Ruiz-Gallardón; por lo visto, ser jefa de la oposición municipal era poco para ella), levanta la veda de estos VIP a los que hasta ahora no se les discutía su presunto derecho a situarse a toda costa, incluso cuando no hay sitio donde colocarlos.
En segundo lugar, el PP y su candidata Esperanza Aguirre ven ahora cernirse sobre ellos la posibilidad cierta de ser desalojados del gobierno de la Comunidad madrileña. Si Tomás Gómez es capaz de mantener el impulso de la ola que ha creado y mantiene el tono "rojo" con el que la ha teñido, Aguirre perderá la mayoría absoluta y por tanto será posible que en la Puerta del Sol haya un gobierno PSOE-IU (si los nacional-comunistas de Anguita no enredan desde el PCE en favor del PP, claro). Jiménez nunca habría vencido a Aguirre: se parece demasiado a ella en descaro, vacuidad y ambición infantil, y naturalmente de tener que escoger entre la copia y el original es obvio que se habría impuesto la señora marquesa consorte y actual presidenta madrileña.
En tercer lugar, y mucho más importante, se ha acabado la impunidad para las decisiones de Zapatero y sus adláteres en el partido. Y desde luego ha finiquitado su condición de Gran Timonel indiscutido y sobre todo, indiscutible. Zapatero está políticamente acabado, y la victoria de Gómez en las primarias madrileñas evidencia en público que como en el cuento clásico, el emperador camina desnudo por la calle. Es más, de vencer Gómez a Esperanza Aguirre en las elecciones de mayo, parece previsible que la secretaría general del partido se pondría al alcance del joven y ambicioso ex alcalde de Parla.
José Luis Rodríguez Zapatero es ya un cadáver político (Tomás Gómez acaba de apuntillarlo), y su retirada de grado o por la fuerza está cada vez más cercana. Veremos si todavía hay tiempo para que el relevo se produzca de una forma ordenada, si por el contrario adquirirá el perfil de unos Idus de Marzo o, peor todavía, de una espantada pánica de este figurón que tantas esperanzas concitó en su momento (recuerden el famoso "no os fallaré", de 2004), y que dejará tras de sí un reguero de incontables desengaños y frustraciones generado en apenas un lustro.
En la fotografía que ilustra el post, Tomás Gómez habla a los militantes del PSOE de Madrid en uno de sus mitines, durante la campaña previa a las primarias socialistas madrileñas celebradas ayer.