El Parlament de Catalunya ha acordado blindar los correbous catalanes. La ley se ha aprobado a impulso de los mismos partidos que hace nada consiguieron que se prohibieran las corridas de toros en esta comunidad.
Se trata de un gesto tan redomadamente hipócrita de los nacionalistas catalanes -uno más, aunque especialmente descarado-, que pone de relieve en toda su crudeza el nivel miserable que ha alcanzado la política local de este paisito que aspira -dicen- a ser como Holanda y Dinamarca, mientras sus amos y señores se comportan como reyezuelos mandingas o caciques del sur de España.
Falsos como un euro de madera, los nacionalistas con barretina calada hasta las cejas fingen indignarse con las corridas de toros al tiempo que afirman, como hizo un diputado nacionalista en frase que recogía ayer la viñeta de Forges, que en los correbous "los toros no sufren porque están acostumbrados", y que "van de encierro en encierro como un trabajo cualquiera".
Pienso que a su señoría nunca han debido atarle tizones encendidos a los cuernos para luego obligarle a correr entre miles de energúmenos vociferantes, borrachos los más y armados la mayoría con palos o cualquier otra cosa que pueda dañar o asustar. Si así hubiera sido, quizá al acabar el primer encierro su señoría habría suplicado que le clavaran el estoque de un torero, antes de volver a ser lanzado por las calles de otra población catalana de esas que tanto aman sus "tradiciones culturales".
Y es que ya lo decía Quico Pi de la Serra en una de sus canciones de los años setenta:
"Si els fills de puta volessin
no veuriem mai el sol"
(si los hijos de puta volaran
no veríamos nunca el sol).