Recordaba yo mientras escuchaba sus palabras, la novela del escritor argentino Carlos María Domínguez, La casa de papel, que ya comenté en este mismo blog durante los días en que me ocupó su lectura. No debía de conocer el bueno de Sabina las primeras líneas de este texto, pues habría tenido mucho más cuidado mientras ordenaba su biblioteca. No puedo resistir la tentación de transcribirlas, pues fue enorme el placer del que disfruté la primera vez que las leí:
En la primavera de 1998, Bluma Lennon compró en una librería del Soho un viejo ejemplar de los "poemas" de Emily Dickinson, y al llegar al segundo poema, sobre la primera bocacalle, la atropelló un automóvil.
Resultó así la protagonista víctima de los libros.
Pero no la única. El viejo profesor de lenguas antiguas, Leonord Wood, quedó hemipléjico al recibir cinco tomos de la Enciclopedia Británica en la cabeza, desprendidos de un estante de su biblioteca; mi amigo Richard se quebró una pierna al intentar llegar hasta "¡Absalón, Absalón!", de William Faulkner, mal ubicado en un estante que lo llevó a caer de la escalera. Otro amigo de Buenos Aires enfermó de tuberculosis en los sótanos de un archivo público y conocí a un perro chileno que murió indigestado con "Los hermanos Karamazov", después de devorar sus páginas en una tarde de furia.
Cada vez que mi abuela me veía leer en la cama, solía decirme: “Dejá eso, que los libros son peligrosos”. Durante muchos años creí en su ignorancia pero el tiempo demostró la sensatez de mi abuela alemana.
Con relación al concierto de Sabina, ha quedado pospuesto para el próximo 28 de octubre, en el mismo sitio y a la misma hora. En lo referente al cambio obligado de planes, la cena en la torre de d’alta mar resultó memorable (http://www.torredealtamar.com/).
Gracias Joaquín. Recupérate pronto.
Luis Cercós (LC-Architects)
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