Torre de kiwi y queso fresco de cabra con salsa de mostaza, miel y frutos secos

Por Carmenrosa @MicocinaCR

Aunque parezca increíble hay momentos de mi niñez que recuerdo como si no hubiese transcurrido el tiempo, aunque retrocediendo no puedo dejar de sentir cierto aire de nostalgia, al recordar a mis seres queridos que ya no están aquí.
He de reconocer que me gusta rememorar mi niñez, una niñez entrañable, calidad, rodeada del cariño y protección de mis padres, con la compañía siempre de nuestra familia más cercana; una época de mi vida, donde el juego era mi mundo infantil, siempre bajo la atenta mirada de mi madre.
Jugar a las cocinitas, a los recortables, a bordar con mi pequeño bastidor, o a quitar los hilvanes de la ropa que cosían mi madre y mi abuela, mientras se escuchaba esas sintonías de la radio de aquel entonces en los frios días de invierno.
Aunque ya entranda la primavera, salir a la calle, mientras las vecinas tomaban el cálido sol o buscando la sombra, sentadas en las sillas de neas en las puertas de las casas, mientras con las amiguitas jugábamos dando de comer a las hormiguitas, ponernos uñas de colores con las hojas de los geranios, jugar a las comiditas en la acera….o a mimar a mi muñeca, a quien vestía, imaginaba que le daba de comer, la bañaba y la cuidaba como si fuera un bebé de verdad.
Así pasaba mi niñez, una etapa de mi vida en la que los días estaban envueltos de paz, armonía, una época en la que el tiempo parecía que transcurría muy despacio.
Acababa de cumplir cuatro años, cuando aquellos primeros días de Mayo enfermé, aún me estremezco cuando viajo mentalmente y siento el escalofrío de la fiebre….tenía el “colorín” y mi madre no estaba conmigo.  
Ni el cariño y los cuidados de mi abuela materna (Carmen Rosa) y de mi madrina me consolaban. Los días se hicieron eternos, hasta que llegó mi madre con un muñeco en brazos, envuelto en una blanca toquilla y era de carne y hueso.
Un hermoso niño, guapísimo, con su cabeza llena de rubios y delicados cabellos, al que habían paseado por todo el Hospital 18 de Julio de tan lindo y precioso como era….pesó al nacer cerca de los seis kilos….era mi hermano.
Cierro los ojos y la veo sentada bajo el gran ventanal del salón, en la butaca, en la preciosa mecedora, acariciados por los tímidos rayos de sol de la caída de la tarde, mi madre mirando dulcemente a mi hermano mientras éste mamaba de su pecho con avidez (era muy tragón…), su manita, regordeta, llena de hoyitos, la cogía mi madre con la suya; de fondo aquella dulce melodía de la radio…y yo sentada a sus pies, con el dedo índice dando vueltas a un mechón de pelo de mi flequillo, le decía: mamá….dame un poquito.
El próximo 11 de Mayo, hará 55 años que mi hermano llegó a mi vida…. una persona especial, de la que ni los avatares de la vida, ni el paso del tiempo podrán romper ése lazo que nos une, que siempre a pesar de la distancia nos mantiene unidos….
Desde Mi cocina…deseo felicitarle con todo mi cariño…..
Un maravilloso padre y tio, esposo, buena persona, incansable deportista, un gran escritor, un admirado y querido profesor, mi hermano…..
Que nada ni nadie pueda “quitar” ése sentimiento que siempre nos unió…..
Sí que hay que aconsejo, quitar el “palillo” que sustenta la receta de hoy, una forma un tanto extraña de presentarla, una torre.    Con un palillo la he sujetado, aunque no se pueda ver, así he conseguido que no se caiga la torre de kiwi y queso blanco, una deliciosa y refrescante receta, una, no sé cómo denominarla: ¿ensalada-postre?
Por cierto, ¿sabían que el kiwi es originario de los bosques del valle del río Yang-Tse-Kiang (China) donde crece en forma silvestre?


Fue a principio de los años 1900 cuando se intentó por primera vez iniciar su cultivo tanto en América como en Nueva Zelanda, lugar de donde recibió el nombre del emblema nacional, el pájaro kiwi (un pájaro curiosamente no vuela)
El cultivo de esta fruta se inició en España en 1972, adquiriendo cierta importancia a partir de 1980 en el norte de la península al igual que en el Sur, siendo la provincia de Málaga, una de las principales productoras.
A sus propiedades nutritivas, el kiwi une su inigualable y exótico sabor, con una carne reflejo de su tierra madre, tan verde como la clorofila que le rodea, suave, fresco, perfumado y rico en sabores….a mi personalmente me recuerda su sabor al de los higos chumbos…..
¿Se animan a prepararla?


¿Cómo la hice?
Preparar la salsa:
En un cuenco echar dos cucharadas soperas de miel, tres cucharadas soperas de mostaza, dos cucharadas soperas de mayonesa, un chorreoncito de limón, un pelin de sal y una cucharada de aceite de oliva virgen extra (uso actualmente de Riogordo sin filtrar).Mezclar bien con unas varillas hasta que estén todos los ingredientes bien homogéneos…
Pelar el kiwi y cortar en rodajas.
Trocear el queso fresco (queso blanco de cabra, a ser posible malagueño).
Ir colocando el queso y el kiwi en capas, sujetándolos con un palillo….agregar frutos secos (en ésta ocasión he puesto nueces, almendras, pipas de calabaza, uvas pasas….) y regar con la salsa de mostaza.
¡¡ Buen provecho…..y buen fin de semana!!