Genes, estructuras, conexiones nerviosas, anatomía... Más de 100 millones de datos (que a partir de ahora estarán accesibles libremente a través de internet) componen el nuevo atlas del cerebro presentado en Seattle (EEUU) por el Instituto Allen de Ciencias Cerebrales. Un ambicioso proyecto que permitirá a científicos de todo el mundo indagar en los secretos de uno de los órganos que aún esconde más secretos del cuerpo humano. Con una financiación de 55 millones de dólares (salidos del bolsillo de uno de los fundadores de Microsoft, Paul Allen), el proyecto es el fruto de cuatro años de trabajo y estará disponible a partir de ahora de manera gratuita a través de la web brain-map.org. Este exahustivo trabajo, un mapa con este nivel de detalle, "simplemente no existía", reconoce Allan Jones, director ejecutivo de este organismo sin ánimo de lucro dedicado al estudio del cerebro y las patologías neurológicas. Para llevarlo a cabo, sus autores han contado con la donación de cerebros realizada por dos varones al instituto estadounidense (por lo que los investigadores reconocen que en el futuro será necesario contar con más órganos femeninospara ratificar sus conclusiones en el género opuesto), que han permitido analizar qué genes están 'encendidos' en cada región. Con la ayuda de técnicas de imagen, genética y potentes ordenadores para el procesamiento de datos, el nuevo atlas on line ofrece tanto imágenes en tres dimensiones del órgano, como de la estructura de los nervios que lo componen, las características de sus células o su actividad genética en las distintas localizaciones. "La identificación de los genes que están o no activos es crucial para comprender el mecanismo de ciertas enfermedades", ha señalado al diario 'The New York Times' otro de los participantes en el proyecto, el doctor Jeffrey Noebels, del Baylor College de Houston (también en EEUU). Desentrañando todos los misterios posibles de los dos cerebros de los voluntarios, el atlas ha localizado por ejemplo 1.000 regiones anatómicas que posteriormente se cruzaron con la información sobre los miles de genes que deberían estar normalmente activos. Para su sorpresa, explican, descubrieron que la similitud entre ambos era del 94%. **Publicado en "EL MUNDO"