“Solo he sobrevivido gracias al arte, que me ha dado fe en mi propia existencia”. Así de contundente se expresa Tracey Emin (Surrey, 1963) en su explosiva autobiografía titulada Strangeland, recientemente traducida al castellano (Alpha Decay, 2016). Lo cierto es que estas memorias se han convertido en un punto de partida ineludible para acercarse a su compleja personalidad sin caer en los recurrentes juicios sumarísimos de provocateur y exhibicionista, precisamente porque su historia personal y su identidad artística se confunden de un modo fascinante e irreverente, en una nueva frontera del arte confesional de corte bourgeoisiano en la que intimidad, arte y vida se convierten en algo indisoluble.
Tracey Emin en 2014, disponible en www.highlandradio.com
Por lo tanto, no se puede entender la creación artística de Emin al margen de su vida. Esta obviedad no es una mera redundancia. Con una infancia y adolescencia sumamente complicadas (violación a los trece años, incesto, abortos, anorexia, alcoholismo, pobreza, rechazo social, etc.), la artista desvela en su obra un conjunto recurrente de sufrimientos, humillaciones y traumas con una franqueza cruda y desenfrenada. Utiliza la creación artística para recrear su propia memoria, como una terapia que le ayuda a superar ciertas etapas de su vida, marcadas todas ellas de un profundo dolor y resentimiento. Tracey Emin es una superviviente de su propia combustión juvenil. El sexo, los excesos de droga y las resacas le dieron el contorno mediático. El arte, un sitio estable para su intimidad. De ahí que la claridad con que se expresa en sus memorias resulte visceral, como de una desnudez extrañamente incómoda: “Soy una alcohólica, neurótica, psicótica, quejica, una perdedora obsesionada conmigo misma, pero soy una artista”.
"Monument Valley" (1995-97), disponible en proyectoidis.org/tracey-emin/
Más allá del salvajismo autobiográfico de Strangeland, la consolidación artística de los últimos años permite hacer no obstante un primer balance más integral y matizado de su aportación a la historia del arte contemporáneo más reciente. Emin pertenece a una tradición de artistas que arranca ya con el dadaísmo y Duchamp, pasa por el onirismo autobiográfico de Frida Kahlo y también por las manifestaciones más oscuras del expresionismo de Egon Schiele, Edvard Munch o el arte pop de Robert Rauschemberg, hasta llegar al exhibicionismo conceptual de Sophie Calle.
"The last great adventure is you", disponible en gbphotos.photoshelter.com
Durante los años ochenta estudió pintura en el Royal College of Art londinense y, en una primera etapa (de la que apenas se conservan obras, ya que ella misma las destruyó casi todas), formó parte de los llamados Young British Artists, un grupo de artistas británicos (Damien Hirst, Mark Ofili, Sarah Lucas, Marcus Harvey, los hermanos Chapman) que empezaron a exponer a partir de los noventa apadrinados por el galerista y publicista Charles Saatchi, cuyo excelente olfato de promoción y marketing culturales no deben ser olvidados aquí.
El carácter reincidente de los excesos de Emin se convirtió en la gramática de su trabajo durante aquellos primeros años tan mediáticos: dibujos, fotografías, patchworks, vídeos, instalaciones... En todo su quehacer volcaba el eco de su memoria, como en la temprana performance que realizó en una galería de Estocolmo, Exorcism of the last painting I ever made (1996), donde pintó desnuda paredes y cuadros con contenido autobiográfico, descerrajando de este modo un largo bloqueo emocional –los dos abortos sufridos– al tiempo que lo hacía desde un claro posicionamiento feminista, como crítica del “women’s work” a través de la exhibición de la propia sexualidad y corporalidad.
"Exorcism of the last painting I ever made", disponible en www.dazeddigital.com
Desde luego, el símbolo de aquellos excesos fue My bed (1998), la obra con la que quedó finalista en el Turner Prize y la que probablemente es su pieza más conocida y controvertida de su carrera. El hecho de que fuera subastada en 2014 por 2,2 millones de libras –la compró un coleccionista alemán que la ha cedido en préstamo a la Tate, donde ahora se exhibe– confirma el irónico poder transformador de nuestra percepción sobre el arte más provocador. Ya lo decían nuestros padres: no hacer la cama tiene un precio.
"My bed", disponible en www.huckmagazine.com
La pieza mostraba su propia cama sin hacer, con las sábanas manchadas de fluidos corporales, y en el suelo de alrededor había artículos de su habitación, como condones, paquetes de cigarrillos vacíos, botellas de alcohol, recortes de periódico, un par de bragas con manchas menstruales y otros residuos domésticos. La promiscuidad sexual y los excesos con el alcohol y las drogas, que atravesaban la vida de Emin en aquel momento, hacían de la devastadora intimidad un espectáculo, convirtiendo al espectador en voyeur involuntario de su arte confesional. My bed puede considerarse, no sin cierta provocación, un autorretrato orgánico de la artista, una indagación en sí misma desde el colapso y la crisis emocional. Pura y nuda autorreferencialidad. O en sus propias palabras: “el absoluto desastre y decadencia de mi vida”.
"My bed", disponible en http://www.buro247.az
En la misma línea se encuentra Everyone I Have Ever Slept With 1963-95, una tienda de campaña adornada con los nombres de todas las personas con quienes alguna vez durmió, incluidos compañeros sexuales, familiares con quienes trasnochó en su infancia, su hermano mellizo y sus dos embarazos perdidos. Plasmar la crudeza de aquellos recuerdos pasa, entonces, por bordar los nombres de sus amantes y amados en una especie de tienda-útero, reivindicando al mismo tiempo, como mensaje fuerte, la inversión de roles de una sexualidad femenina más autoconsciente y agresiva, de una mujer como womenizer. Quizá era precisamente esa incomodidad la que sintió uno de los periodistas que visitó la instalación cuando exclamó: “¡Si hasta se ha acostado con el organizador de la exposición!”.
"Everyone I Have Ever Slept With 1963-95", disponible en http://www.christies.com/
La evolución de la obra de Emin ha estado caracterizada también por una transición hacia otros campos de experimentación. Las exposiciones iniciales de fotografía y de pintura –como las delicadas acuarelas de Berlin The Last Week in April 1998–, las performances e instalaciones de su época más salvaje, en la que se permitía salir borracha en prime time televisivo, se enriquecieron por ejemplo, a partir del año 2000, con nuevas muestras de su deuda artística con Schiele, inmortalizada en The Purple Virgins. En la sinuosidad de aquellas piernas y vaginas exhibidas en la Biennale de 2007 se consagraba un trazado muy reconocible, que ha mantenido en otras aproximaciones eróticas, como por ejemplo en la serie Suffer Love (2009). No puede sorprender, en este sentido, su nombramiento en 2007 como profesora de dibujo en la prestigiosa Royal Academy of Arts, donde ha ejercido también como curator en algunas exposiciones de verano.
"Suffer Love", disponible en sidebysidegallery.com
La consagración artística y el reconocimiento de la crítica han podido medirse, por otro lado, con esculturas y montajes públicos de fuerte resonancia mediática. Es cierto que Emin ya había explorado el género escultórico, por ejemplo a través de su propia máscara mortuoria en Death Masks (2002). Pero cuando diseñó, justo delante de la catedral de Liverpool, aquella asta de cuatro metros tallada en bronce y coronada por un pequeño pájaro, no sólo rindió un homenaje al famoso Liver Bird de Liverpool –símbolo de la ciudad. También sellaba, a su vez, una alianza con la BBC –que comisionaba aquella obra– y, en cierto modo, con el propio establishment inglés.
"Liver Bird", disponible en www.traceyeminstudio.com
Cuando, a los pocos años, volvió al interior de la catedral para instalar uno de sus habituales neones justo debajo del gran vitral, Emin no hizo ratificar aquella posición. El neón, que simboliza idealmente un lenguaje publicitario que pretende atraer nuestra atención para conseguir vender algo, consigue romper con Emin esa funcionalidad a través del carácter íntimo de su contenido: I Felt You And I Know You Loved Me. Pocas veces una iglesia se ha atrevido a tanto.
"I felt you and I know you loved me", disponible en mathi.eu
En todo caso, el bronce como la madera han jugado un papel decisivo en la última década. Desde It's not the way I to die (2005) y Tower (2007), pasando por las delicadas esculturas (zapatos, ositos, calcetines infantiles) repartidas por la ciudad de Kent en 2008, de innegable carga social, hasta llegar a la más reciente The Last Great Adventure is You (2014), entre otras muchas propuestas.
"It's not the way I want to die", disponible en www.traceyeminstudio.com
La vigencia de la obra de Emin sigue siendo indiscutible, su productividad teórica nada desdeñable. Si pensamos que, antes de la era del selfie y la explosión de las redes sociales, hizo suya, desde una conciencia radicalmente feminista, la exhibición de la intimidad y la sexualidad más vulnerable, pero también la exposición visible de la soledad, el fracaso sentimental y la alienación por el éxito, nos encontramos ante una enfant terrible que ha logrado finalmente su ingreso en el panteón de los artistas (millonarios) más consagrados del presente en detrimento de la corrección política de su británico país.
"Berlin in the last April 1998", disponible en artimage.org.uk
Tracey Emin escandaliza una vez más al arte británico
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