Cuando Highet publica su obra en 1949 el mundo acaba de salir de una terrible guerra mundial. La primacía de Europa y su cultura toca a su fin, y los imperios coloniales comienzan su agónica fase de derrumbe. Es en ese momento cuando Highet da a la luz en la Oxford University Press un libro panorámico sobre la Tradición Clásica en Occidente. Esta publicación no obedece a la casualidad. Nuevas culturas comienzan a reinvindicar su lugar en el mundo, y aquello que Goethe y Thomas Mann denominaron "Cultura burguesa" comienza a tocar a su fin.
La Cultura Clásica y Occidente han ido secularmente unidas. Cuestionar una supone cuestionar necesariamente la otra.
Precisamente, tras varias décadas de cuestionamiento y emergencia de nuevas relidades, el profesor Edward Said, de origen palestino, formuló la interesante hipótesis de que esa cultura occidental había sido, precisamene, la que se consideró a sí misma legitimada para interpretar el resto de culturas desde su particular punto de vista. De esa forma surgió el orientalismo como un conglomerado de disciplinas encaminadas a la "invención" de Oriente. En este sentido, Oriente no dejaba de ser lo que los occidentales querían ver en él.
En ambos casos, el de Highet y el de Said, tenemos dos puntos de vista distintos sobre un mismo tema. Dos épocas y dos circunstancias marcan la gran diferencia.Es probable que a nadie se le haya ocurrido relacionar a ambos profesores, pues pertenencen a ámbitos académicos distintos, el de la Filología Clásica y el de la Literatrura Comparada, respectivamente. Aquí queda la idea, que es mía, pero que comparto gentilmente con mis lectores.
Francisco García Jurado HLGE.