Habitualmente, hay una pregunta que ronda por los diferentes grupos de pacientes. En sus múltiples formas, muchos de nosotros nos lo hemos preguntado alguna vez, o hemos lanzado al aire esa duda. A veces, creo que con la esperanza de que no fuera tomada en serio, y respondieran lo que deseamos oír. ¿Afecta el tabaco a la enfermedad? ¿Debemos dejar de fumar? No voy a responder con datos de estudios o dependiendo de la dolencia que se padezca o de la cantidad de tabaco que se fume. Creo que si leéis (y yo escribo) este artículo es porque no necesitamos paños calientes.
Es de sobra conocido el carácter nocivo del tabaco, y de cualquier otra droga, no importa su forma, frecuencia, formato,… Pero la cuestión no es esa, pues cualquier facultativo nos lo podría explicar con mejor forma y argumentos. Creo que la clave es ¿de verdad se quiere abandonar ese mal hábito? ¿estamos seguros de transformar una decisión firme en una realidad, en nuestra realidad, hoy por hoy? No todos responderéis lo mismo.
Primero contestad a una pregunta: ¿Cuándo has pensado dejar de fumar?
- en los próximos 20 días
- En los próximos 5 meses.
- No sé cuando.
Soluciones:
*.- Si vuestra respuesta ha sido B ó C, parece que por el momento no os lo habéis planteado. Puede que no sea vuestro momento y cuando estéis preparados, existen muchas herramientas que os podrán ayudar. La motivación que ahora os falta, es una parte esencial del proceso y está ligado al éxito del mismo.
*.- Si vuestra respuesta es la A, seguid leyendo el artículo pues os puede servir de guía para el momento actual. El reto: la deshabituación tabáquica.
Todos estos interrogantes, sólo son maneras de averiguar si se trata de una intención, un primer paso, un tanteo, o una firme y consolidada puesta en práctica “dejar de fumar”. Se cree que al menos con la intención es suficiente al principio, o que tras un primer paso, llegará el segundo o el tercero. Pero, en la mayoría de las ocasiones, tras esos tanteos iniciales, sólo se esconde el abandono, pensamientos de fracaso, autoengaño, o sentirse mal con uno mismo por no haber logrado una meta, lo que nos mina interiormente.
Fumar es una conducta aprendida a través de la práctica, de la asociación con diferentes actividades de nuestro día a día, y de refuerzos, sensaciones positivas que se sienten al fumar. Por ello, aunque no sea un proceso sencillo, sí posible. Se trata de “desaprender” para lograr eliminar ese hábito de comportamiento que se ha alargado en el tiempo.
Es importante reflexionar. En realidad ese es el primer paso. Plantearselo de manera consciente y seria. Entender a qué proceso nos enfrentamos y de qué recursos disponemos para ellos. Estar dispuesto a dejarlo y haber destapado los efectos negativos que se viven con el tabaco cada día. El abandono exige esfuerzo personal que requiere tiempo y una firme decisión.
Por ello, lo primero es informarnos, destapar algunos mitos que nos persiguen cuando se quiere abandonar el hábito y que a veces nos desaniman:
Mitos:
– Es muy fácil. Hay personas que lo han podido dejar varias veces. Falso. ¿Me pregunto por qué han sido necesarios tantos intentos si es tan sencillo?
- El tabaco es tan gratificante que si lo dejo no disfrutaré de mi vida. Falso. Te liberarás y desaprenderás ese hábito. Podrás disfrutar.
- Se pasa tan mal cuando se deja, que es peor dejarlo que todos los efectos negativos que produce. Falso. A eso podemos llamarlo autoengaño o excusas para no comenzar el proceso. Tenemos miedo a los cambios.
- Es cuestión sólo de fuerza de voluntad. Falso. La motivación y una decisión en firme son claves en el proceso, además de facilitarlo. Después el tiempo ayuda a que se consoliden nuevo hábitos y se desaprenda el de dejar de fumar.
Siempre se gana calidad de vida dejando de fumar, se padezca o no una enfermedad, pero conviviendo con una dolencia las consecuencias negativas aumentan. Encontrad vuestro momento, para pensar y decidir.
Victoria S. Mújica
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