Tránsitos. Luis Tristán en Toledo

Por Lparmino @lparmino

Santa Mónica, 1616, Luis Tristán
Museo del Prado, Madrid - Fuente

Durante el primer tercio del siglo XVII Toledo apenas podía hacer sombra a la capitalidad de la cercana villa de Madrid. Únicamente una potente clientela religiosa y algún que otro rescoldo de la intelectualidad que deslumbró a finales de siglo conservaban viva la actividad cultural de una ciudad en la que el peso de la figura de El Greco mantenía en relativa oscuridad a otros muchos creadores que surgieron al amparo de su taller y a la sombra de su personalidad tan potente que ocupó todo el panorama pictórico toledano de finales de siglo XVI y principios del XVII. Actuales revisiones historiográficas, sin embargo, se empeñan en rescatar del olvido a muchos pintores de la ciudad que trabajaron en esos años poniendo en valor su capacidad artística. Entre ellos, uno emerge con fuerza como protagonista fundamental de este periodo transicional en la ciudad de Toledo: Luis Tristán de Escamilla.
 

La adoración de los Magos, 1620, Luis Tristán
Museo de Bellas Artes de Budapest - Fuente

En la ingente labor de puesta a punto de la vida y obra de Tristán, Alfonso Pérez Sánchez y Benito Navarrete publicaron en 2001 uno de los estudios más completos sobre el pintor tratando de ofrecer el análisis más amplio de la vida y obra de Tristán, haciendo especial hincapié en el catálogo de su producción segura y resolviendo numerosas dudas en cuanto a muchas otras atribuciones.
El origen de Luis Tristán todavía es incierto. Se considera pintor nacido en Toledo en torno a los años ochenta del siglo XVI. Sin embargo, la primera noticia sobre la vida del pintor le sitúa en 1603 como aprendiz del taller de El Greco en Toledo. Permanecería allí hasta el año 1606 cuando parte hacia Italia, donde permaneció hasta 1613 formándose en Roma, en plena auge del naturalismo aprendido de Caravaggio. Por lo tanto, se supone que en 1613 su estilo ya se encuentra plenamente definido. A partir de este momento, se asienta en Toledo, donde permanecerá el resto de su vida hasta su temprano fallecimiento en 1624 y donde realizará toda su labor pictórica, tanto en la ciudad como en diversas localidades de la provincia.
Jonathan Brown (La edad de oro de la pintura en España, 1990) define su “talento extraño y desigual”. En esta apreciación no podemos dejar de considerar la formación del artista en torno a dos ejes fundamentales: por un lado, el Manierismo aprendido con El Greco que Tristán tratará de acondicionar, más o menos, a los nuevos gustos de la clientela; por otra parte, su estancia italiana le inclinó a un naturalismo ya español y al claroscuro, de tonalidades terrosas, rehuyendo el colorismo de su primer maestro. Sin embargo, como bien ha señalado Pérez Sánchez, no puede percibirse en Tristán una evolución firme y precisa de su estilo ni puede apuntarse distintos momentos productivos claramente delimitados y concisos. Luis Tristán prefiere deslizarse entre los diferentes usos que ha aprendido y no duda en alternar ambos modos de pintar. Como señalan muchos estudiosos, no es extraño, por lo tanto, encontrar entre sus últimas obras claras referencias a El Greco mientras que en algunas de las más tempranas son perceptibles las maneras del incipiente naturalismo.

Sagrada Familia, 1613, Luis Tristán
Minneapolis Institute of Arts - Fuente

Lo que es evidente es que Tristán vivió un periodo de transición que habría de desembocar en el Siglo de Oro de la pintura española. Él ya puso algunas de las pinceladas que después desarrollarían con profusión los grandes maestros del Barroco español. Y lo que todavía no puede esclarecerse es si la alternancia entre las distancias maneras de proceder ante la pintura, ya sea tomando como referencia a su maestro cretense ya sea mediante el recurso al claroscuro naturalista, obedecía a iniciativa propia o más bien era deseo expreso del comitente al que el pintor se amoldaba según las circunstancias.
De su producción, ante todo obra piadosa. A destacar, el retablo de Yepes de 1616, gravemente dañado durante la Guerra Civil y recuperado por el Museo del Prado, algunos retratos como el del Cardenal Sandoval y Rojas (Catedral de Toledo, 1619) y muchas otras escenas religiosas (santos, crucificados, la Adoración de los pastores de 1620).
Luis Tristán, junto con Orrentes o Sánchez Cotán, será protagonista del final de la escuela toledana. Su temprana muerte y la marcha de sus compañeros abocarán a la antigua ciudad imperial a convertirse en deudora de lo que se hacía en Madrid. Con Tristán desaparecía, quizás, uno de los mejores representantes de la transición entre el Manierismo de finales del siglo XVI y las nuevas formas que encumbrarían a la pintura española del siglo XVII.
Luis Pérez Armiño