Por Raúl Sánchez
Las esquinas de la droga, el puerto, los políticos, los niños, y el periódico. Cinco temas globales, muy globales y abiertos y sólo tangencialmente determinantes en la trama de cada una de las temporadas en que se desarrolló la serie de la HBO ‘The Wire’. Y dejar notar desde ya que cualquier comentario sobre ‘The Wire’ viene al caso sólo como comparación con la posterior ‘Tremé‘ (en emisión actualmente en TNT), ya que el hecho de que ambas procedan del mismo creador, David Simon, establece evidentes relaciones y algo que podría llamarse un progreso, una evolución de una a otra. Aunque si progreso, o evolución, significa mejora respecto al modelo anterior, entonces no estoy seguro de que sean las palabras apropiadas, y no porque piense que no hay mejora, sino porque dudo de la existencia del modelo.
Ya en ‘The Wire’ era muy evidente (palabra con un uso muy limitado en el conjunto de la serie), que la separación, no sólo de cada capítulo sino también de cada temporada, en inicio-trama-desenlace, era algo de bastante poca importancia para David Simon. El tempo era lento, muy lento, los hechos no precipitaban a un destino final de manera unívoca. Incluso puede pensarse que no había sorpresas: lo que acababa pasando casi parecía inevitable que acabara pasando: puro destino entendido como pura sucesión de hechos inevitables. (Quizá lo más sorprendente es que tratándose de una serie de policías casi no hubiera tiros, ni explosiones, ni toda esa espectacularización de la televisión más comercial).
La cuestión es la siguiente: si a lo que estamos acostumbrados es a que los personajes en el interior de una trama se dirijan a un destino final, y en esto casi nos podemos retraer al teatro griego y a sus héroes griegos y a sus trágicos desenlaces, que siempre ocurren al final, en ‘Tremé‘, diferenciándose de ‘The Wire’, el destino ya ha pasado, se da antes de que ocurra nada, viene dado.
En los mejores libros de Paul Auster, los que escribió hace ya unos cuantos años (y lo cito a él: ‘Ya he escrito mis mejores libros’), es en el primer puñado de páginas donde se desarrolla toda la acción, donde tiene lugar todo lo que condicionará de manera determinante el devenir posterior de los personajes.
Pues en ‘Tremé‘, mucha música aparte, ni siquiera eso, aquí todos los personajes, hasta el más metafísico, la propia ciudad de Nueva Orleans, aparecen desde el primer segundo con el destino ya inscrito para siempre: la tormenta, el Katrina.
En ‘Tremé‘, con todos los personajes liberados al fin de buscar un destino, con el destino ya incorporado y la única misión en encajar en él, los personajes simplemente hacen, viven aquello que a cada uno le ha tocado vivir. Los hay que fingen rebelarse contra el destino, pero es mentira, no es posible, el destino ya pasó, y la única opción es borrarse del mismo, desaparecer.
Esto nos convierte a los espectadores en espectadores de Gran Hermano. Puedo llegar a pensar que podríamos ver cien temporadas de ‘Tremé‘ y seguiríamos viéndola, qué más da ya, liberados de un desenlace final, de la espera de que el destino se desenmascare, de un acontecimiento último. Quedamos a merced de la cotidianeidad, del ‘eterno retorno de lo mismo’.
Pero hay una diferencia fundamental: si bien, en Gran Hermano, al tratarse de un concurso en tiempo real, los concursantes se ven obligados a fingir que no actúan, y esto, por el propio contexto, o simplemente por definición, ya es imposible, en ‘Tremé‘, al tratarse de actores profesionales, quedan liberados de la necesidad de fingir que no actúan, cometen actos según el guión de pura cotidianeidad. Y entonces, nosotros, los espectadores, quedamos reducidos a mirones, seducidos por lo ordinario de un puñado de vidas. Somos simplemente eso, mirones, liberados también de la morbosidad del suceso final.
Creo que fue Michel Houellebecq quien dijo que leemos para imaginar que esas aventuras leídas son nuestras y así liberarnos del vértigo de la propia acción y también para contentarnos con nuestras aburridas vidas, creando la ilusión del movimiento. Quizá esto es lo que Simon nos está restregando todo el rato.
En un foro de la web sobre la serie, se insultaba de las peores formas a alguien que anunciaba un hecho crucial en el último episodio de la primera temporada, parece que les había jodido la serie a todo el que había leído el comentario sin haberla visto antes. En fin, me cuido de decir qué es eso que pasará, lo mismo alguno se piensa que va a ver un serie más amable, y aunque revelar ese hecho no desenmascare ningún acontecimiento crucial en la serie (es más, todos los acontecimientos pueden ser considerados tantos cruciales como no cruciales), de todas formas, una vez dicho esto, ya se puede esperar algo bien ‘gordo’.
Y sí, en ‘Tremé‘ hay mucha música, a veces demasiada, y casi siempre muy buena, y también hay un buen montón de otras cosas, pero en este punto podemos parafrasear aquello de Susan Sontag de ‘en lugar de una hermenéutica necesitamos una erótica del arte’, y no decir mucho más, quien quiera saber de qué va la serie encontrará un montón de descripciones e interpretaciones buscando en la web.